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Índice de documentos presentados sobre el Dr. Fernando Altamirano

martes, 29 de septiembre de 2020

Tesis: «Leguminosas Indígenas Medicinales. Contribución al Estudio de la Farmacología Nacional». 10 de febrero de 1878.

 El 10 de febrero de 1878, el Dr. Fernando Altamirano, de 29 años de edad, terminó la introducción de su tesis «Leguminosas Indígenas Medicinales. Contribución al Estudios de la Farmacología Nacional», la cual fue su tesis para el concurso a la plaza de catedrático adjunto al de terapéutica en la Escuela de Medicina, que presentó al jurado de calificación.  

En la introducción de esta tesis, Fernando Altamirano mencionó las razones para escribir su obra y presentó una breve biografía de su abuelo, el Dr. Manuel Altamirano, a quien dedicó esta obra. Incluyó además una fotografía del Dr. Manuel Altamirano (abuelo del autor), y dos láminas litografiadas y coloreadas del pintor paisajista José María Velasco, amigo del Dr. Fernando Altamirano.

Esta tesis también fue publicada en la revista La Naturaleza, de la Sociedad Mexicana de Historia Natural en su tomo IV de ese mismo año, aunque sin la introducción ni las láminas pintadas por Velasco. (ver entrada Leguminosas Indígenas Medicinales. Enero de 1878).

Aquí está la tesis y la transcripción de una parte de la obra (que se espera completar en los siguientes días).


LEGUMINOSAS INDIGENAS MEDICINALES 

CONTRIBUCION AL ESTUDIO DE LA FARMACOLOGÍA NACIONAL 


TESIS 

PARA EL CONCURSO A LA PLAZA DE CATEDRÁTICO ADJUNTO AL DE TERAPÉUTICA EN LA ESCUELA DE MEDICINA, QUE PRESENTA AL JURADO DE CALIFICACION 


FERNANDO ALTAMIRANO 


MEDICO-CIRUJANO DE LA FACULTAD DE MEXICO, 


PREPARADOR DE LAS CLASES DE FARMACIA, FARMACOLOGIA E HISTORIA DE DROGAS, Y MIEMBRO DE VARIAS SOCIEDADES CIENTIFICAS. 


MÉXICO 

IMPRENTA DE IGNACIO ESCALANTE, 

Bajos de San Agustín, num, i. 

1878 



Dr. MANUEL ALTAMIRANO. 


A LA MEMORIA 


DEL DISTINGUIDO BOTÁNICO 


TESTIMONIO DE AMOR FILIAL Y DE RESPETO A SU PROFUNDO SABER: 


INTRODUCCION. 

Hace cuatro años que tengo la honra de pertenecer a la Escuela de Medicina como preparador de las cátedras de Farmacia, Farmacología e Historia de las drogas simples. 

Durante ese tiempo he escuchado las lecciones que el eminente Profesor Sr. Alfonso Herrera, daba a sus discípulos de Farmacia sobre las drogas nacionales. 

Entonces comprendí que las artes, la industria y la ciencia, esperan grandes beneficios del conocimiento de nuestros productos naturales. Sobre todo, la farmacología nacional está vivamente interesada en este estudio. Espera que sus obreros, los médicos y los farmacéuticos, siguiendo el camino trazado por el hábil profesor Herrera, lleguen a constituirla definitivamente, y la levanten a la altura que reclaman los adelantos de la ciencia y el rango de nuestra Escuela. 

Ya han dado principio a este trabajo los farmacéuticos, quienes llegan al profesorado con extensos conocimientos de nuestros productos naturales; y solo esperan impacientes que sus colaboradores los médicos, den impulso a esos afanes, utilizando estos conocimientos y haciendo de dichos productos el consumo correspondiente: es preciso, pues, que el médico ayude al farmacéutico, recetándole las plantas que su código le prescribe.

El día en que nuestras oficinas de farmacia consuman exclusivamente productos de nuestro país, tendrán rentas cuantiosas y ganancias exorbitantes, porque el precio de la compra será bajo y el de la venta alto. El encargado de una botica, no se ocupará únicamente en dar su nombre al establecimiento o en el despacho de la medicina; tendrá que ocuparse además en el reconocimiento de los productos que le ofrezcan, en la preparación de principios inmediatos, en la confección de fórmulas oficinales, etc., para poder competir con los productos extranjeros, en pureza, en hermosura y en precio. 

Toca pues, al médico consumar esta obra: el día en que su terapéutica sea exclusivamente nacional, proporcionará a sus enfermos medicinas a menor precio, evitará un tributo a México, y contribuirá a que la Farmacia salga de la decadencia en que actualmente se encuentra. 

¿Y es posible la formación de esta terapéutica nacional? ¿Podremos constituir una Farmacología que nada pida al extranjero? 

En el presente no; en el transcurso de algunos años sí. 

Los fundamentos de mi aserción, contrayéndome tan solo al reino vegetal, consisten en el conocimiento de nuestra flora médica aumentado de día en día, en el descubrimiento progresivo de plantas, cuyas propiedades son iguales o análogas a las del extranjero, en las sustituciones muy racionales que podremos hacer en virtud de este conocimiento, y, por último, en la posibilidad de obtener por la aclimatación los vegetales que no se puedan sustituir. 

Ejemplos de esto último tenemos ya en la quina cultivada en Córdoba por los Sres. Nieto y Hugo Fink, en el opio que nos presentó el infatigable Dr. Joaquín Gómez, y que muy pronto será el único que se consuma en nuestra República, en el beleño que cultivan los indígenas en Tlalpan y en otros lugares, así como también en otras muchas plantas que llevan numerosos años de haberse introducido, y cuyos productos se exportan, como el café, el azúcar, etc. 

En cuanto a los sustitutivos, es inútil mencionarlos; todos conocemos gran número de ellos, y fácilmente comprendemos que existen otros muchos. Teniendo pues, las materias primas, y favoreciendo su consumo, llegaremos á tener todos los productos químicos y las preparaciones variadas que hoy nos manda la Europa; se establecerán fábricas de estos mismos, y no se remitirán ya grandes cargamentos de productos naturales para consumir después nosotros sus preparaciones.

Mas, ante todo, necesitamos dar mayor extensión a los conocimientos de nuestra flora médica, y que la experimentación fisiológica y la clínica nos comprueben las propiedades medicinales que se le atribuyen, y nos revelen las desconocidas.

He aquí el objeto de mi trabajo: llamar la atención sobre un grupo de plantas indígenas en sus relaciones con la medicina, para contribuir con mi grano de arena al renacimiento terapéutico que se inicia en nuestra patria.

Me proponía al comenzar este estudio, dar a conocer primero el nombre de cada planta, su historia botánica y aplicaciones vulgares; y a continuación referir lo que la medicina ha conquistado ya definitivamente por medio de sus ciencias auxiliares; pero circunstancias superiores a mi voluntad, se opusieron al desarrollo completo de este plan. 

Me encontré, con que las descripciones de unas son muy incompletas, y la clasificación de otras, o no está rectificada o no es conocida. Por otra parte, el tiempo de que pude disponer para la formación de este trabajo, fue insuficiente para proporcionarme todas las plantas, analizarlas, y someterlas a la experimentación.

Esto me excusará el que haya modificado dicho plan de la manera siguiente:

Elegí disponer las plantas en orden alfabético, y no en una clasificación científica, porque casi no hago más que relatar lo que se conoce de ellas, como nombres vulgares, la clasificación de algunas, las aplicaciones que los aztecas les daban y las que hoy se les atribuyen, etc.,, esto es, formé un catálogo con los datos que encontré diseminados y los de mi propia experiencia, para que el indulgente lector que quiera registrarlos, encuentre con facilidad lo que desee. 

Prescindí de toda clasificación científica, aunque casi me era obligatorio presentarla; porque si fuese botánica, no tendría utilidad, y si terapéutica, se comprende que no podría ser ni completa, ni definitiva, ni útil. 

También me pareció preferible encabezar cada planta con su nombre vulgar, porque en lo general son los primeros con que conocemos un vegetal, particularmente el médico que practica su profesión entre los campesinos o entre los indígenas, pues a cada paso le presentan plantas curiosas con las denominaciones impuestas por el vulgo, así como también él por su parte tendrá que usar de las mismas para proporcionarse las que le interesen. 

Usé de preferencia los nombres indígenas por ser muy significativos, pues indican comúnmente, o algún carácter botánico que se observa a primera vista, o alguna propiedad medicinal u otra cualquiera. 

Este sabio sistema lo establecieron los antiguos mexicanos, según se puede ver en la Historia de las plantas de Nueva España que escribió el Dr. Hernández. 

Desgraciadamente los conquistadores españoles no comprendieron la utilidad de este sistema, y sustituyeron a los expresivos nombres aztecas, con otros tomados de sus santos o de sus reyes que nada indican. 

¡Ojalá y encontrásemos los nombres mexicanos de todas nuestras plantas! Con ese descubrimiento habríamos avanzado un paso más en el conocimiento de nuestra flora médica. 

La correspondencia exacta entre el nombre mexicano y científico que lleva una misma planta es otro de los puntos que he procurado aclarar en cuanto he podido, con el corto número de datos que he encontrado. 

Relato además, gran número de aplicaciones vulgares, algunas increíbles, y que toca al ridículo su enunciación. Muchas de ellas son herencia de la medicina azteca constituida en aquella edad por un conjunto de observaciones imperfectas, que trasmitidas hasta nuestros días, hoy forman la medicina empírica, pero mañana formarán la verdaderamente científica. Algunas veces he retrocedido delante de aplicaciones tan pueriles y tan numerosas, y he querido borrarlas de este catálogo; pero no obstante, me ha decidido siempre a enumerarlas el recuerdo del párrafo que sigue, escrito por el eminente Gubler. “No hay progreso que no esté fundado en la tradición, porque no es dado al genio poder lanzarse de un vuelo a las cúspides arduas de la ciencia. La verdad de hoy es hija de la de ayer, y ninguna ciencia de observación podría ser el resultado de una especie de generación espontánea.” 

Estas palabras, de boca tan autorizada, me decidieron á que refiriese de cada planta las principales propiedades curativas que nuestros antecesores habían observado, así como la manera de aplicarlas y la clase de enfermedades que con ellas curaban. De estas observaciones, a la luz de la fisiología experimental y de la clínica, se escogerán las que puedan contribuir a formar en el porvenir la Terapéutica nacional.

No solo me he concretado á exhumar antigüedades, también he procurado citar mis propios trabajos y los que otros han hecho; pero al mismo tiempo, he pasado en silencio todas aquellas propiedades u observaciones que ya son muy conocidas.

Se me preguntará ahora, de dónde he tomado los datos que me han servido para formar este trabajo. 

En primer lugar, la obra del Dr. Hernández sobre las plantas de México, me fue de grande utilidad. En ella se encuentran descritas como dos mil plantas de las que se servían los antiguos mexicanos para distintos usos, pero particularmente en la medicina. 

La traducción de esta obra, cuyo trabajo tengo ya concluido, causó grande impresión en mi ánimo por las útiles reflexiones á que por sí misma conduce. Desde luego llamó mi atención la propiedad en la denominación que los indígenas dieron a sus plantas, pues el nombre mexicano está adecuado a sus propiedades naturales y frecuentemente a su virtud curativa: algunas aproximaciones o grupos botánicos, que de ellas formaron los aztecas, corresponden a los establecidos por la clasificación natural: el uso de estos vegetales, para curar ciertas enfermedades, y aun el modo de aplicarlos eran casi el mismo que hoy prescribe la medicina moderna. De suerte que bien puedo asegurar, que los adelantos de la ciencia, lejos de destronar de nuestra terapéutica ciertas plantas y ciertas prácticas de la antigüedad, ha venido a darles su apoyo, explicando su modo de obrar y descubriendo nuevas propiedades. 

En confirmación de mi aserto, citaré el Matlalixtic o yerba del pollo, el Tlálchichinole, el Piptzahoac, el Chichicuahuitl el Toloache, el Hoitziloxitl o bálsamo negro, etc. Estos medicamentos, usados antiguamente por los aztecas, fueron olvidados por algún tiempo; pero el honroso afán de los Sres. Herrera, Mendoza, Lucio y Río de la Loza, en nuestro país, y los estudios fisiológicos en el extranjero, han venido a sacarlos de ese olvido, y a hacerlos figurar ventajosamente en nuestra terapéutica. Esto mismo ha pasado en otros países con otros medicamentos de actividad incontestable, como lo confirman el clorato de potasa, descubierto e introducido a la medicina en el siglo pasado, olvidado en seguida casi por cien años, y vuelto a usarse en nuestros días; el mercurio, el bismuto, la belladona, la cicuta, la quina y otras, cuyo descubrimiento data igualmente de la remota antigüedad, y que, conservadas en la práctica de los charlatanes y del vulgo, se ven hoy puestas en boga en la medicina científica bajo el impulso de la fisiología y de la química moderna. 

La consideración de estas vicisitudes porque han pasado muchos vegetales de importancia, unida a otras reflexiones, me indujo a consultar, como ya indiqué, la referida obra del Dr. Hernández. Mas para llenar mi objeto, se me presentaba un obstáculo. Yo me proponía reunir datos sobre plantas de una sola familia, las leguminosas, con el proyecto de estudiarlas comparativamente, a fin de conocer cuantas especies tóxicas tenemos o por lo menos de una actividad notable, y encontrar algunas que pudiesen sustituir a las extranjeras como había encontrado una para el Curaro. A este fin busqué inútilmente en dicha obra las indicaciones relativas a la familia de las leguminosas. Y mi afán hubiera quedado sin éxito, si la fortuna no hubiera puesto en mis manos otro ejemplar de la obra citada, que había pertenecido a mi abuelo el Sr. Dr. Manuel Altamirano, y en el que había escrito de su propio puño, unas notas que vencieron mi dificultad. En estas encontré gran parte de lo que buscaba, y además algunas aclaraciones sobre la correspondencia entre el nombre científico y el mexicano que hoy se le aplica. Su trabajo no se limitó a la familia de que me ocupo, pues se extiende a la mayor parte de las que menciona el autor español. 

El mérito científico de las notas de mi abuelo no es a mi humilde inteligencia a quien corresponde apreciarlo en su legítimo valor, ni quiero que mis apreciaciones se crean hijas de mi natural afecto a su persona. Me basta, para que se juzgue de él con la debida imparcialidad, citar aquí las textuales palabras de un célebre botánico de su época, el eminente profesor Cervantes, que decía: “Faltando yo, solo Altamirano podrá sustituirme.” 

Su amor a la botánica y el ardiente deseo de dar a conocer nuestra flora, se revelan claramente en el asiduo afán y en la constancia admirable con que se dedicó a recoger por sí mismo las plantas del Valle de México, cuyas descripciones hacia; extendiéndose sus trabajos hasta una gran parte de la flora de Querétaro y de San Luis Potosí. Por este medio llegó a formarse un extenso herbario, que el tiempo y los trasportes destruyeron. 

Escribió una Cartilla botánica en la que señalaba la clasificación de nuestras plantas más comunes, y la página de Linneo en donde se encontraban descritas. Vieron la luz pública varios de sus trabajos, tales como la descripción de la Lantana crocea que el Sr. La Llave insertó en el “Registro Trimestre;” las descripciones de algunas plantas de ornato cultivadas en Querétaro; consideraciones sobre los hongos venenosos, y cómo deben usarse, etc. Estos escritos y otros fueron publicados en diversos periódicos políticos cuyos ejemplares casi han desaparecido, lo que me obliga por ahora á no mencionarlos todos. 

Diré también, que hay una planta indígena, llamada “Yerba del Cura” y cuyo nombre técnico es Ternstroemia Altamirania en honor suyo como botánico distinguido de su época. 

Fue nombrado espontáneamente miembro de la Sociedad Médica de Madrid, nombramiento que recibió con sorpresa, pues jamás había solicitado este honor. 

El notable político y jurisconsulto Sr. Luis de la Rosa, secretario de relaciones en esa época y de grandes conocimientos botánicos, lo comisionó para que describiese la flora del Estado de Querétaro, pero la revolución paralizó sus trabajos. 

Poseía varios idiomas, como el francés, inglés, griego, mexicano, y sobre todo el latino, que hablaba y escribía correctamente, y enseñó por muchos años en el colegio de Querétaro.

Además, patriota desinteresado, abandonó en San Luis Potosí su escogida clientela y sus comodidades, para prestar sus servicios de taquígrafo en el primer congreso que se estableció en la Capital de la República; fue el primero que cultivó la taquigrafía en nuestro país, y con tal perfección, que podía seguir con la pluma la palabra de cualquier orador, escribiendo su discurso sin faltarle ni una coma. En esa época y las siguientes, sufrió grandes penurias por la escasez del erario, y sin embargo, jamás desmayó de su tarea, siempre se le vio entusiasta, dividir el día entre los negocios de la Nación y la ciencia de las plantas. 

Por último, pasó el resto de su vida laboriosa en Querétaro, donde murió en 1865, el mismo día que cumplió 80 años, y en la misma casa que lo había visto nacer. Dejó inéditos gran número de trabajos botánicos, en los que anotaba las aplicaciones útiles de algunas plantas, la sinonimia vulgar, etc. etc., que desgraciadamente fueron destruidos en nuestros continuos movimientos revolucionarios. 

Sus afanes, como se ve, pasaron desapercibidos, é ignorados casi todos sus escritos, tal vez porque ninguna asociación científica tuvo noticia de ellos ni podía dedicarse a buscarlos en épocas tan aciagas para nuestra patria. 

Así es que, el olvido más profundo ha cubierto su memoria, lo que me ha obligado, como descendiente suyo, como mexicano y como amante de la historia natural, a consignar aquí estas páginas de su vida. 

Además, he querido dedicarle este trabajo, como un homenaje a su memoria, y como un tributo de gratitud por los buenos servicios que me han prestado sus sabias anotaciones. 

Como indiqué al principio, me he inspirado también en las lecciones del actual profesor de la cátedra de drogas; en ellas encontrará el joven médico que quiera escucharlas, datos preciosos sobre las drogas nacionales; sabrá las sustituciones indebidas y muchas veces poco científicas que se acostumbran en nuestras boticas; comprenderá cuán superiores son muchos de nuestros productos naturales a los extranjeros; todas las aplicaciones que pueden recibir en la industria y en la medicina; y en fin, llevará en su memoria los principales usos médicos que entre el vulgo tiene cada planta, y la manera de aplicarla en ciertas enfermedades. Muchas de estas observaciones que más de una vez me han dado hechos o suscitado ideas, las citaré textualmente en este trabajo. 

Dichas observaciones vendrán a ser sometidas a la experimentación en la clase de Terapéutica. El hábil profesor de este ramo, Dr. M. Domínguez, las recibirá con entusiasmo, y bajo la fecunda dirección que ha sabido dar al estudio Farmacológico, colocándolo en la vía experimental, que ha inaugurado el primero en nuestra Escuela, se llegará a formar con los hechos tradicionales y empíricos, una terapéutica nacional verdaderamente científica. 

Bajo la dirección de este maestro, que me honra con su amistad, he practicado numerosas experiencias, y a él debo los conocimientos que poseo en este ramo de fisiología experimental. El método de su enseñanza es verdaderamente práctico, mostrando a sus discípulos nuestras drogas, y la acción de los principales medicamentos en los animales. No contento con esto, los ha reunido en sociedad, haciéndome la honra de nombrarme presidente. Esta asociación lleva el nombre de “Sociedad de Terapéutica Río de la Loza,” en recuerdo de un sabio mexicano que es honra de nuestra patria. Todos estos trabajos del profesor Domínguez, tienen por objeto el estudio más perfecto del ramo que enseña, sobre todo en lo relativo a nuestro país. ¡Ojalá y la brillante falange de discípulos que ha sabido formar, llegue a conseguir la independencia de nuestra farmacología! 

También he consultado repetidas veces, las Lecciones de farmacología del sabio mexicano Dr. Leonardo Oliva. Esta obra no se ha estimado como merece, en la parte de Drogología; de ella he tomado datos numerosos que me han sido muy útiles. 

Por último diré, que he consultado también algunos autores extranjeros como Guibourt, Garmain Saint Piérre, Reveille, Bossu, etc. etc. 

No pretendo haber formado un trabajo perfecto; lo que he deseado es cumplir con una obligación, aprovechando la oportunidad para excitar a mis compañeros de profesión á que ensayen en su práctica las propiedades que se atribuyen a las plantas que menciono. 

Por esta razón, como ya indiqué, cito de cada una las aplicaciones que ha tenido desde la antigüedad hasta nuestros días; porque el método que debe seguir la terapéutica para constituirse en ciencia debe ser el experimental; pero un método experimental a posteriori, como dice el gran Cereal. Y ciertamente, si no consultamos al empirismo, si no sabemos qué propiedades se atribuyen a estas leguminosas, no tendremos que preguntar a la experimentación. Así es que, en vez de que el médico rechace con desprecio los medicamentos que el vulgo le presente, deberá aceptarlos para someterlos, si no los conoce, a una rigurosa observación científica que le revele la verdad. Jamás deberá ocultar su ignorancia con una sonrisa de incredulidad y de desprecio. 

Habré llenado mi objeto, si consigo que mis compañeros prescriban a sus enfermos nuestras plantas medicinales, y quedaré enteramente satisfecho si la ciencia abre sus puertas a todas estas leguminosas. 

México, febrero 10 de 1878. 

Fernando Altamirano


LEGUMINOSAS INDÍGENAS MEDICINALES.


1. ANDIRA EXCELSA, H. B.—Cito esta planta aunque no se conoce ni el nombre mexicano, ni se ha hecho ensayo alguno con ella, porque he sabido que vegeta en Acapulco, y a este género pertenecen la Andira antihelmíntica, vermífuga, stipulacea, rosea, racemosa, inermis, retusa etc., que son empleadas en el Brasil como antihelmínticas. Allí usan las semillas que llevan el nombre de «Angelin» y también las cortezas. Las semillas de todas estas especies son eméticas y peligrosas cuando se toman en alta dosis. La mayor que se puede dar, según Pisón, es de 1gr 20cent. Estos datos convidan, pues, a que se ensayen tanto las cortezas como las semillas de nuestra Andira. En ella tendremos un antihelmíntico nacional. 


2. ASTRAGALOS.—Según el Sr. Herrera, vegetan en el país dos especies, el Astragcdus reptans y el ¿strigulosus?.* el primero en diversas partes de la mesa central y el segundo en el Real del Monte. Es probable que produzcan goma análoga á la de tragacanto, pero aun no se ha demostrado. Esta goma nos viene del extranjero, y aquí se falsifica con la goma del nopal que se llama «Tragacanto del país». Se sustituye también á la verdadera tragacanto en algunas preparaciones farmacéuticas, lo que es indebido según el Sr. Herrera, porque no da mucílago consistente, y además, al secarse, deja una sustancia pulverulenta. Su estudio químico que está por hacer, presenta gran interés, porque en el país se pueden obtener grandes cantidades á ínfimo precio, y se conseguiría un sustitutivo de algunos de los productos extranjeros, como dextrina, goma tragacanto, etc. 


3. ATEGUYXTLI. (Ojo de Cangrejo.)—Rhynchosia precautoria, H. B. Colorín chiquito.—Negritas. Pulguitas. 

A los Aztecas había llamado la atención esta planta por la belleza de sus granos; pero parece que no le habían encontrado ninguna propiedad útil. El nombre que le dieron es perfectamente adecuado, porque los granos tienen semejanza con los ojos del cangrejo. 

Importa conocer este vegetal porque hay la creencia en el vulgo de que sus semillas son venenosas. 

En los climas calientes como Cuernavaca, que es donde vegeta espontáneamente, me refirieron varias historias de estos granos; como, que las curanderas que allí llaman tepatianas administran disfrazadamente el polvo de esta semilla á las personas á quienes desean causarles algún mal; que las mujeres celosas para vengarse de sus amantes infieles, procuran administrarles estas Negritas sin que lo sepan, lo que les produce locura de larga duración, etc. etc. 

Cuando tuve estas noticias me propuse averiguar la verdad. La experiencia me había demostrado, con el colorín, que las creencias vulgares tienen á veces algún fundamento. Además esta planta era Leguminosa, quizá próxima á la Erythrina coralloides que había estudiado y que es tan venenosa. Así es, que mandé traer dicha planta á Cuernavaca, y me propuse clasificarla en primer lugar, porque aun no había determinado su especie; averiguar si era venenosa, y cuál era su principio activo. 

Las aplicaciones resultarían de este estudio. 

Paso á referir lo que acabo de indicar, adjuntando lo que dice Hernández, para que se vea que el Atecuyxtli es la Rhychosia precatoria. Este autor dice: «es un género de voluble, de hojas blanquecinas y temadas; aun cuando carece de uso médico, sin embargo, debe mencionarse porque sus vainas están llenas de granos que tienen média parte negra y la otra média roja, y además son parecidos á los de la Peonía. Nace en Quauhtlan Amiltzinco.» 

La descripción que hice en compañía del distinguido botánico Dr. Manuel Villada, que con tanta eficacia me ha ayudado en la corrección de este trabajo, es la siguiente: pero antes quiero protestar mi agradecimiento á dicho señor, por los servicios que tan bondadosamente me ha prestado.

Descripción. —Tallo sub-leñoso, voluble, rollizo, acanalado, pubescente-glanduloso. Hojas alternas, pecioladas, peciolo de 4 á 5 cent. de largo, pubescente-glandulosas, pinado trifoliadas; folíolo terminal romboidal, los laterales inequiláteros y sub-romboidales, reticulado-trinerves; cara inferior pubescente-glandulosa y la superior ligeramente pubescente. Estípulas no observadas. Inflorescencia terminal en racimos solitarios, multifloros y axilares; cáliz persistente, insertado oblicuamente en el pedicelo, sub-bilabiado, campanulado, o-fido, pubescente-glanduloso, lacinias agudas, erguidas; las dos superiores casi del todo unidas, forman el labio superior y las otras tres el inferior, siendo la de en medio la mayor de todas. Corolapapilionácea, estandarte obovado-redondado, ¿ligeramente emargnado?, pubescente-glanduloso, flabelado-nervoso, verde violado, y en el dorso un hundimiento ó foseta arriba de la uñuela; ésta acanalada, con sus bordes enrollados, formando en la parte superior como apéndices rudimentarios crasos; quilla falcado-cultriforme, amarillenta, lampiña, refleja y arredondada en el ápice, donde sus bordes se adhieren, y sub-truncada en un lado de la base; alas más cortas que el estandarte y del tamaño de la quilla con la que se adhieren ligeramente en su parte superior, inequilátero-oblongas, de margen onduloso, obtusas, amarillentas y apendiculadas en la base. Estambres diadelfos, geniculado dos veces en la base el que está libre y opuesto al estandarte; anteras ovaladas, dorsifijas y biloculares. Ovario linear-oblongo, comprimido, sedoso, sub-estipitado, uni-locular, bi ó tri-ovulado y rodeado por un nectario sub-almenado; óvulos ascendentes y estilo fusiforme, encorvado, ubescente y de estigma capitado: el fruto es una legumbre oblonga, subfalciforme, al principio lomentácea, pubescente-ferruginosa, y bi ó tri-esperma; granos reniformes algo comprimidos en la base, mitad negros y mitad rojos, correspondiendo el ombligo á esta última parte y no á la primera como dice Humboldt. 

Debo hacer notar que esta descripción presenta algunas diferencias con la que da Humboldt, pero no son suficientes para formar una especie distinta de la precatoria: tales como la coloración del grano, lo geniculado del estambre libre, que es carácter de interés; pero que si no lo cita debe ser por olvido y no porque se baya escapado á su observación, pues es carácter genérico que De Candolle señala: la presencia de las estípulas que no llegué á observar, así como las brácteas en la base del cáliz, fué debido probablemente á que son caducas, pero la mayor parte de los caracteres sí se corresponden.
Queda, pues, demostrado, según creo, que el Atecuyxtli es la Rhynchosia precatoria y que no puede ni debe confundirse con el Abrus precatorius. 

Hago esta observación, porque en la medicina se usa esta última planta y sus granos son mitad negros y mitad rojos como los de la Rincosia; mas el ombligo corresponde á la parte negra. Sirven de adorno á los salvajes de la América. Las hojas se emplean para preparar una infusión pectoral, que se usa en América y en las Indias. 

A este Abrus, según he sabido, le llaman Peonía de Cuba, bejuco de peonía, etc.; y vimos atrás que Hernández compara los granos del Atecuixtli á los de la Peonía, lo que puede dar lugar á una confusión; tanto más, cuanto que hay otras dos plantas que llevan este nombre. Una es la verdadera peonía de la familia de las Ranunculáceas, la otra es la falsa peonía del país que es de la familia de las Ciperáceas. Los granos de la verdadera peonía que son del tamaño de un arvejo, redondos, lustrosos, de color rojo primero, después azules, y al fin negros, presentan cierta analogía con los del Abrus, y á eso se debe probablemente el que á éste se le haya llamado Peonía. 
Se comprenderá ya, por esta explicación, que dichas plantas no se pueden confundir. 

... Continua ...