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Índice de documentos presentados sobre el Dr. Fernando Altamirano

miércoles, 6 de octubre de 2021

7 de octubre de 1908. A última hora.— Fallecimiento de un distinguido queretano.

 7 de octubre de 1908.

A última hora. — Fallecimiento de un distinguido queretano.

El telégrafo acaba de comunicar el triste acontecimiento de la muerte súbita del Sr. Dr. D. Fernando Altamirano, ilustre hijo de Querétaro, director del Instituto Médico Nacional.
El funesto suceso acaeció a las seis de la mañana de hoy en la ciudad de Guadalupe Hidalgo, Distrito federal.
En el número próximo nos ocuparemos de los méritos del distinguido finado.

(La Sombra de Arteaga, del 7 de octubre de 1908).


28 de octubre de 1908.

Boletín de "La Sombra de Arteaga".
El Sr. Dr. D. Fernando Altamirano.


El día 7 del próximo pasado octubre, dimos la noticia de última hora del fallecimiento de nuestro distinguido compatriota, el Sr. Dr. D. Fernando Altamirano que, en la mañana de ese día, abandonó súbitamente la vida en la ciudad de Guadalupe Hidalgo. Al dar la fatal nueva, ofrecimos ocuparnos de la personalidad de tan ilustre queretano, y, al efecto, procuramos recabar datos, que no pudimos obtener, para trazar con exactitud la biografía del sabio médico que dio honra al estado en donde nació*, a la ciencia y a la patria.
En 1861 conocimos en el Colegio de San Javier de Querétaro, hoy Colegio Civil del Estado, a un adolescente como de quince a dieciséis años**, bien medrado de estatura, robusto, blanco, de semblante serio y apacible, y de ojos claros de profundo mirar. Estudiaba filosofía en la cátedra del Sr. su padre, Lic. D. Manuel Altamirano, bajo cuyo magisterio teníamos el honor de encontrarnos también nosotros.
Muy poco tiempo estuvo el joven Altamirano en la cátedra, pues como a los dos meses del curso falleció su respetable padre, víctima del tifo, motivo por el cual, sin duda, suspendió sus estudios el huérfano escolar, quien debe haberlos reanudado como por el año de 1864 en el mismo colegio; creemos que con el estímulo del Sr. su tío, el honorable y bondadoso jurisconsulto D. José M. Rodríguez Altamirano.
Por el año de 1868, terminados en esta ciudad sus estudios preparatorios, lo vimos despedirse de Querétaro, lleno de nobles esperanzas, para ingresar a la Escuela Nacional de Medicina de la capital de la República, y allí se hizo notar por su talento y las relevantes prendas de su carácter moral, modesto, bondadoso y altruista.
Al separarse de Querétaro, ya dejaba aquí encendida una lámpara de amor, en el corazón de la que, a poco tiempo de titularse de profesionista el Dr. Altamirano, hizo su compañera de hogar, la respetable y virtuosa Sra. Da. Luisa González de Altamirano, hoy su atribulada viuda.
Después de concienzudos estudios escolares y desde que el ilustre médico recibió el título profesional, su vida científica fue una incesante e ingente labor, ya en su clínica provechosísima, ya en sus variados y fecundos estudios de ciencia a que se dedicó.
Pero en donde más se nota la interesante labor del sabio Dr. Altamirano es en el Instituto Médico Nacional, que por disposición del Gobierno, fundó, parécenos que en 1888, cuando desempeñaba la Secretaría de Fomento el general D. Carlos Pacheco, quien tenía en alta y justa estima al inteligente y abnegado médico, al que debe eminentes servicios esa institución oficial, de la que fue alma. Muchas labores de profunda observación científica llevó a cabo el Instituto Médico, entre ellas, amplios estudios sobre la botánica nacional, para los cuales emprendió largas y penosas excursiones en varias regiones de nuestro país, con provecho de la terapéutica y de la industria, y queda mucho escrito de sus importantes investigaciones científicas, que sentimos no poder detallar.
El gobierno general le confirió repetidas veces honrosísimas comisiones científicas en el país, en los Estados Unidos y en varias naciones de Europa.
El Sr. Altamirano, como hijo de Querétaro, conservó siempre una reverente afección a su tierra natal y un vivo entusiasmo por todo lo que significara el progreso de nuestro estado, del cual desempeñó fielmente las comisiones que se le encomendaran; y en 1900 fue un activo e inteligentísimo partícipe en el concurso científico con que en esta ciudad fue saludado el siglo XX; iniciando entonces aquí proyectos prácticos de progreso de suma utilidad.
Y, si el sabio y el hombre público cumplieron debidamente una sagrada misión en la tierra, no menos fue simpática y atractiva la personalidad del Dr. Altamirano como jefe de un hogar sagrado, en el cual todo fue amor, discreción y bondad, y que significó la protección de muchos jóvenes queretanos que se dedicaron a las tareas científicas.
Al bajar, pues, a la tumba, el modesto y bondadoso sabio, dejó en el mundo una estela de ejemplo luminoso y una memoria de honor y bendiciones.
La Redacción (al parecer, a cargo de José M. Carrillo, el redactor del periódico oficial del estado de Querétaro, La Sombra de Arteaga).

*El Dr. Fernando Altamirano nació en realidad en Aculco, estado de México, el 7 de julio de 1848, pero por ser de familia queretana, a muy corta edad volvió para educarse y formarse en Querétaro. **En 1861, Fernando Altamirano tenía 13 años de edad, pero era relativamente alto y fornido y por eso tal vez pudo parecer un adolescente de 15 o 16 años.


Nota de La Sombra de Arteaga del 7 de octubre de 1908.

Nota de La Sombra de Arteaga del 28 de octubre de 1908.