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Índice de documentos presentados sobre el Dr. Fernando Altamirano

martes, 11 de agosto de 2020

3 de febrero de 1886. Nota sobre los efectos de Guau (Rhus radicans)

3 de febrero de 1886.  El Dr. Fernando Altamirano presentó su trabajo titulado: «Nota sobre los efectos de Guau (Rhus radicans)», en la sesión de la Asociación Médica Pedro Escobedo. Esta presentación fue publicada en la sección "materia médica", de la revista de la asociación, llamada «El Observador Médico», en el tomo 1, páginas 149 a 151, de ese año.

La transcripción de la presentación es la siguiente:


NOTA SOBRE LOS EFECTOS DEL GUAU (*) 

(Rhus radicans.) 

     Con este nombre, y con el de Mala mujer, se conoce entre nosotros una planta que habita en diversos lugares de la República, siendo de los terrenos de Chapultepec el producto hoy recogido y que ha dado lugar a los accidentes de que voy a hablar. 

     Es muy sabido que esta planta produce hinchamientos de la cara, y sobre todo del escroto, lo que le ha valido el nombre de Mala mujer. Se cree que es tan activa que basta pasar junto a ella para sufrir sus efectos. Parece que el principio activo es volátil, muy difícil de aislar y por lo mismo se recomienda usar la planta entera y colectarla antes de que salga el sol. No sé qué pruebas se hayan dado de esto; pero sí me consta que yo, y personas que me acompañaban, hemos estado algún tiempo debajo de las plantas de guau de Chapultepec, hemos cortado los ramos, y conducídolos después a mi habitación, con la precaución de no tocar los ramos sino con las extremidades de los dedos, y ningún síntoma, ni la menor molestia hemos sentido, por lo que creía que eran inactivos dichos ejemplares de Chapultepec; pero tal sospecha era infundada, como vamos a ver por la siguiente historia. 

     N. N. de 20 años, bien constituido y de oficio yerbero, se puso a cortar guau del bosque referido, para traer dos arrobas a la Botica de la calle de Tacuba. Comenzó su operación a las diez de la mañana del día 29 del presente; concluyó el corte a las doce del mismo día y condujo su carga sobre la cabeza, llegando como a la 1 al mencionado establecimiento. Allí se puso a fraccionarla, extendiéndola después en un lugar apropiado, terminando como a las dos de la tarde, hora en que se retiró a comer a su casa. En la tarde anduvo en la calle, y como a las seis sintió calosfrío, algo de cansancio, y que se le hinchaban los párpados de ambos ojos, poniéndosele rojos, como si estuvieran con erisipela, según decía el enfermo; en seguida se le hincharon las orejas y después toda la cara. Al siguiente día también el cuello, tronco y miembros superiores estaban rojos, sentía comezón y vio aparecer una erupción como salpullido. El enfermo dice que entonces tenía calentura y que todas las molestias que sufría se limitaban de las ingles y órganos genitales hacia arriba, mientras que de las mismas partes hacia abajo nada sentía.

     Yo lo examiné  las once de la mañana del día 31, día y hora en que se presentó a mi consulta: los párpados estaban ligeramente edematosos; los pómulos y las orejas sembrados, lo mismo que el resto de la cara, cuello, tronco y miembros superiores, de una erupción papulosa y pustulosa. La coloración roja, exceptuando las partes mencionadas, no era tan marcada, y solo se notaba muy visiblemente en la base de los párpados. Temperatura en la axila: 37° -Pulso: 80 por minuto. Poco ardor y mucha comezón. La erupción era más confluente en las corvas, sangraderas e ingles. En el escroto, también ligeramente rubicundo, y en el pene, no pude notar nada, no obstante que el paciente se empeñaba en hacerme notar que estaban hinchados y con granos, como él decía. 

     Con el auxilio de una lente pude notar que cada pústula o pápula llevaba en su centro un vello, fino o grueso, según la región observada; aunque en algunas no lo percibí, fué tan excepcional, que, tengo la creencia de que solo en donde hay vello, existe o nace la pápula o pústula. El aspecto general de la erupción se parece mucho al que produce la aplicación de la resina de tapsia. 

     No había ningún otro pormenor notable.

     Informándome acerca de si su esposa, que era la persona más en contacto con el enfermo, había presentado la misma erupción, me refirió éste que algo tuvo ella en la cara; pero no pude yo rectificar tal aserto porque, a pesar de sus promesas, no cumplió con llevarla a mi consulta, y ni a él he vuelto a observar. 

     El tratamiento que el mismo enfermo se había instituido, era una pomada de sulfato de fierro que, en otra ocasión y por la misma causa, le había recetado algún médico. 

     En vista de que el principio activo del Guau es volátil y de que la erupción ocupaba el lugar correspondiente a las glándulas sudoríferas que, como se sabe, coinciden con los bulbos pilíferos; de que la erupción era general y más confluente en los lugares de mayor sudación, como ingles, axilas, cara, etc.; de que ocupaba lugares envueltos por la ropa (Ésta consistía en calzón, blusa y camisa de manta) como ingles, etc., lugares que no pudieron recibir el contacto directo de la planta o sus emanaciones; y de que no aparecieron los accidentes inmediatamente, sino a las ocho horas y después de una activa transpiración; y por último, en vista de que accidentes análogos son producidos por otras sustancias (como el yoduro y bromuro de potasio y el mercurio en el hidrargirismo) al eliminarse por lo piel; ¿no se podría admitir que el principio activo de la planta que nos ocupa, es realmente volátil, que se absorbe por el pulmón, eliminándose por la piel y que, al salir por la superficie cutánea, produce sobre el dermis una acción irritante más a menos marcada en sus efectos, según la cantidad absorbida y eliminada? Y si la excitación tarda en manifestarse algunas veces ¿ello no puede depender del tiempo que tarda en hacerse la eliminación, la cual es muy posible no sea pronta o fácil, en las personas sucias que llevan el dermis cubierto de una especie de detritus que impide dicha eliminación? 

     Admitido esto, bien se puede explicar entonces, por qué hay la creencia entre el vulgo de que basta ponerse a la sombra de esta planta, para que se hinche el escroto, y por qué no todas las personas sufren iguales consecuencias manejando o poniéndose en contacto con ese vegetal, pues que la absorción del principio volátil puede impedirse fácilmente por diversas circunstancias, como la dirección del viento, la hora del día, la brevedad de la operación del corte de la planta, etc., y en fin, por qué, en el individuo que nos sugirió la presente nota, apareció la erupción tan general y tan confluente, pues que absorbió fuerte cantidad de principio activo, respirando cuatro horas consecutivas cerca de dicha planta. 

     La experimentación vendrá a decidir acerca de la verdad o falsedad de mis suposiciones. Yo quiero, por ahora, indicar simplemente otro recurso por donde ir a investigar la acción fisiológica del guau. 

     Como resultado práctico de la hipótesis señalada, viene lo siguiente: 

1°. Que para curar los accidentes causados por el guau, seria racional hacer sudar al paciente y mantener su piel en un estado de limpieza suma, durante la sudación. 

2°. Que para evitar nocivas consecuencias, los que manejen esa planta procuren no respirar cerca de ella o, por lo menos, cuidar que el aire que llegue a sus pulmones no haya tocado a la planta. 

3°. Que de las preparaciones farmacéuticas en uso, solo serán activas la tintura preparada con la planta reciente y el jugo. El extracto debe ser inactivo, y en efecto, recuerdo que el Dr. Domínguez no obtuvo ningún fruto haciendo experiencias con el extracto de esta planta; y sin embargo, es la única preparación que se ha usado, preparándola a fuego desnudo. 

4°. Que tal vez convendría para experimentar la acción fisiológica del guau o para utilizar sus preparados farmacéuticos, aplicarlo del modo siguiente: la planta, recientemente cortada en horas de baja temperatura, encerrarla en un recipiente (sea de caucho o caja de madera o de lata), comunicar este recipiente por una parte, con la atmósfera y por la opuesta con las vías respiratorias, y que el animal o persona, respirase el aire que atraviesa y baña la planta contenida en el depósito.

     Queda, pues, este problema para la resolución de los clínicos o experimentadores y ojalá pronto nos proporcionen la solución de él. No hay que temer consecuencias mortales ni aun graves, lo que alentaría sin duda, llegada la indicación, de que los clínicos hagan esos ensayos. 

     Fernando Altamirano




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