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lunes, 3 de octubre de 2016

Segundo experimento con extracto de semillas de colorín (Erythrina coralloides). 30 de septiembre de 1876.

30 de septiembre de 1876. Segundo experimento con extracto de semillas de colorín (Erythrina coralloides).  

El 30 del mismo mes y año, un perro de buena talla, enflaquecido por la miseria y padeciendo entonces diarrea consecutiva a la acción de 5 gramos de Erythrina que días antes se le habían administrado por la boca, recibió por un costado un gramo del mismo extracto disuelto en agua. La inyección le causó un dolor momentáneo. Diez minutos después de practicada la inyección se observó que el animal se ponía inquieto, trémulo, y arrojó una gran cantidad de orina. Transcurrieron algunos segundos, y cayó al suelo, sin que le fuera posible volver a ponerse en pie, no obstante que lo procuró diversas veces.  Llamó nuestra atención el que la inteligencia del animal se conservara perfecta, así como su sensibilidad: hablándole o silbándole movía la cabeza, dirigía los ojos hacia quien le llamaba, y meneaba la cola: pisándole una pata la retiraba en el acto; pero debemos advertir que al cabo de poco tiempo fue disminuyendo la significabilidad del dolor hasta llegar momento en que se pudo pisar o herir al animal sin que pareciese notarlo.  Un cuarto de hora después de practicada la inyección pudo el perro ponerse sobre sus patas y dar algunos pasos por el laboratorio; pero a los pocos minutos sus piernas se fueron poniendo rígidas y torpes hasta faltarle al fin, obligándolo a caer de nuevo, sin que diese la menor señal de sufrimiento ni angustia, y sin que su semblante perdiese los signos de la inteligencia que es propia a los individuos de esta raza.

Pasó algún tiempo: y como si el descanso en decúbito hubiera bastado para que la médula recobrase su poder reflejo, volvió el animal a levantarse y dio algunos pasos con perfecta regularidad; pero a poco apareció la rigidez progresiva del tren posterior y la consiguiente torpeza para la progresión que era irregular y extravagante, pues caminaba nuestro perro con el espinazo en arco y como bailando sobre la pinta de los pies, hasta que perdido el equilibrio caía nuevamente. Esta lucha se prolongó una media hora, durante la cual fueron desapareciendo lentamente los fenómenos de la intoxicación. La inyección se hizo a las 3 menos 6 minutos de la tarde, y dimos por sano al perro a las 3 y 42¨.

Este experimento corrobora la sospecha indicada en la segunda de las conclusiones deducidas del anterior, y afirma la primera. La Erythrina, en efecto, es un veneno que no conmueve el centro encefálico, supuesto que se conserva la inteligencia; que tampoco dirige acción hacia los nervios sensibles, puesto que, bien acentuados los signos de la intoxicación, al animal percibe hasta el dolor más ligero. Suponemos por lo mismo otra vez, y con mejor fundamento, que nuestro veneno perturba las funciones vitales obrando sobre la fibra muscular o sobre los nervios de movimiento. Creemos, en efecto, que si el animal en el más alto periodo de la intoxicación, no se mueve cuando se le lastima, no es porque no perciba el dolor, sino por incapacidad de demostrarlo en sus movimientos.

Fuente: Manuel Domínguez y Fernando Altamirano. Del Colorín. Gaceta Médica de México, 1877.

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