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lunes, 3 de octubre de 2016

Tercer experimento con extracto de semillas de colorín (Erythrina coralloides). 3 de octubre de 1876.

3 de octubre de 1876. Tercer experimento con extracto de semillas de colorín (Erythrina coralloides).

El 3 de octubre llevamos al laboratorio una perra de talla pequeña. Su pulso latía 120 veces por minuto, y su temperatura, tomada en el recto era de 39° 1/5.  A las 3 menos 15’ de la tarde recibió bajo la piel de un costado por dos puntos distintos 2 gramos del extracto emulsionado en la suficiente cantidad de agua. La inyección le ocasionó un dolor bastante vivo, pero fugaz. A los 2 minutos aparecieron ligeros estremecimientos generales, y muy poco tiempo después cayó el animal como siderado, quedando en inmovilidad absoluta. En este momento encontramos su temperatura a 39; su pulso latía de 92 a 100 por minuto; sus pupilas estaban enormemente dilatadas, y la respiración era imperceptible. Pisándole las patas punzándole o pellizcándole no daba indicios de percepción; pero se conocía que el animal estaba vivo, porque de vez en cuando aparecían ligeros movimientos convulsivos.  A los 8’ de inyectado el veneno cesaron estos movimientos y todo indicio de vitalidad, menos los movimientos del corazón, claramente perceptibles a la mano aplicada sobre las costillas.

Esperamos dos minutos más, y no advirtiendo signo alguno que prometiese una reacción a favor de la vida, consideramos que nuestra víctima estaba bien muerta, procedimos a inspeccionarla.  En la cavidad del vientre encontramos los intestinos congestionados y agitados por movimientos peristálticos que persistieron durante toda la autopsia; las venas mesaráicas, renales, eplénicas, etc., tursentes, de color oscuro y varicosas; el hígado congestionado, granuloso y blando; los riñones y el útero al parecer sanos. En la cavidad torácica el corazón continuaba latiendo a pesar de que la aurícula derecha y sus venas tributarias estaban fuertemente distendidas por sangre negra no coagulada; los pulmones crepitaban a la presión, y tenían un color rojo-ladrillo con anchas placas grises.

Lo visto en esta inspección nos demostraba que la muerte se hizo por asfixia, y que nuestro veneno no ataca los músculos sustraídos al imperio de la voluntad, supuesto que continuaban los movimientos peristálticos del intestino y los rítmicos del corazón. ¿Se extiende esta inmunidad al aparato muscular de la vida de relación? Fácil nos fue esclarecer este punto con auxilio de un aparato de electrización dinámica: todos los músculos eran perfectamente excitables, acaso su excitabilidad estaba algo exagerada; pero los nervios motores no contestaban a la corriente, estaban del todo muertos.

Esto, más los signos que el animal dio en vida, nos llevan a estas conclusiones: 1ª. El extracto del colorín es venenoso para algunos mamíferos, como lo es también para algunas aves. 2ª. Este veneno paraliza los nervios motores. 3ª. Respeta la fibra muscular lisa y estriada. 4ª. Respeta también, ene l aparato nervioso, los centros de sensibilidad y el sistema del gran simpático.

Fuente: Manuel Domínguez y Fernando Altamirano. Del Colorín. Gaceta Médica de México, 1877.

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