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jueves, 29 de julio de 2021

4 de marzo de 1900. Algunas observaciones fisiológicas sobre los efectos del alacrán de Jojutla

4 de marzo de 1900. Fernando Altamirano presenta a la Sociedad Científica «Antonio Alzate» su artículo Algunas observaciones fisiológicas sobre los efectos de la ponzoña del alacrán de Jojutla, el cual se publicará en las Memorias y Revista de la Sociedad Científica "Antonio Alzate", tomo XIV, números 7 y 8, y 9 y 10. Ahí, Altamirano menciona que las observaciones las hizo durante el viaje que realizó en diciembre de 1899 con sus cuatro hijos pequeños. Estos cuatro hijos pequeños quizá fueron Salvador, entonces de nueve años, los gemelos Alberto y Carlos, entonces de trece años, y María Amparo, entonces de dieciséis años de edad. 

Como resultado de sus observaciones, él concluye que la ponzoña del alacrán es un tóxico de los centros cerebrales, y que mata por parálisis respiratoria. Indica la manera en que ha logrado conseguir el veneno y conservarlo, y agrega que aún no resuelve si es posible producir la inmunidad en las personas al aplicarles una especie de vacuna que los haga refractarios a la ponzoña, pero que seguirá sus investigaciones.



ALGUNAS OBSERVACIONES FISIOLÓGICAS 
SOBRE LOS EFECTOS 
DE LA PONZOÑA DEL ALACRÁN DE JOJUTLA 


POR EL
DR. FERNANDO ALTAMIRANO, M. S. A., 
Director del Instituto Médico Nacional. 


    En la excursión que hice al E. de Morelos en Diciembre del año pasado, en compañía de mis cuatro pequeños hijos, tuve la oportunidad de visitar la población de Jojutla. Mi excelente amigo y compañero el Sr. Dr. Amador Espinosa, residente ahí, con su amabilidad característica me hizo favor de suministrarme multitud de datos interesantes sobre la flora y fauna de aquella localidad. Debido a su ayuda logré excursionar en los alrededores de Jojutla, colectar abundantes plantas útiles y obtener datos numerosos de los efectos funestos que causa la picadura del Alacrán, en los niños especialmente. Multitud de víctimas de este animal tiene que asistir nuestro amigo año por año y ha notado que los síntomas característicos de este envenenamiento son: sensación especial en la faringe como la que produciría una maraña de cabellos, temblor y sensación de frío, hiperestesia cutánea, sensibilidad excesiva al aire, perturbación de la palabra y de los movimientos y dispnea intensa. La muerte tiene lugar casi en todos los niños en el período de lactancia y es rara en la edad adulta. Con respecto a medios terapéuticos no ha logrado encontrar ninguno de eficacia probada. La medicación se reduce casi siempre a abrir la piel en el lugar del piquete y chupar la herida, aplicar amoniaco o goma de cuajiote, etc., y en el período dispneico, cuando es muy intenso, a cloroformar al enfermo. 

    En vista de esta falta de medicación especial que salvara a tanto infeliz de la muerte o de los crueles sufrimientos que les producen, deseaba que se hicieran algunas investigaciones sobre los animales, que nos dieran cuenta del modo de obrar de esta ponzoña; y buscar si era posible producir la inmunidad en las personas aplicándoles una especie de vacuna que los hiciera refractarios a la ponzoña o que los curase en el estado de emponzoñamiento. 

    Aplaudí sus ideas y sus propósitos y ofrecí ayudarlo en estos trabajos, comenzando por averiguar, si como él me sostenía los conejos y las ranas eran refractorios a los efectos venenosos del alacrán. 

    De las experiencias que practiqué en su compañía haciendo que estos dos animales fueran picados por alacrán, resultó que no son refractarios, sino que al contrario, sufren rápida é intensamente el envenenamiento y les produce la muerte. Vimos también que el veneno había obrado en el conejo como paralizo-motor produciéndose la muerte por suspensión respiratoria. 

    Al volver a México me he seguido ocupando en el Instituto Médico de este asunto de interés público y he recibido del Sr. Espinosa alacranes vivos y ponzoñas, como él las llama. Estas ponzoñas son el último artículo del postabdomen del alacrán que es el que lleva la glándula ponzoñosa y está provisto de su aguijón. Triturados en agua estos artículos ceden su ponzoña al líquido acuoso el que inyectado bajo la piel de un animal produce la misma serie de fenómenos y aun la muerte como lo hace la picadura directa del alacrán vivo. 

    Otro medio de que me he valido para recoger la ponzoña é inyectarla es excitar al alacrán para que pique, pero evitando que no haya algún cuerpo en el que pueda introducir el aguijón. Se consigue así que brote en la extremidad acerada una gotita de un líquido transparente que se puede recoger aplicándole la extremidad de un tubo de vidrio capilar, como el que sirve para recoger la linfa vacunal. Es más práctico el primer método recomendado por mi amigo el Dr. Espinosa. De esta manera he preparado una cantidad de líquido activo que poder dosificar y determinar con él los equivalentes tóxicos y fisiológicos que le correspondan. Para evitar su alteración he agregado formol, que según parece atenúa algo el efecto ponzoñoso pero no lo destruye, y evita la putrefacción. Los caracteres de la solución de ponzoña en formol, son: aspecto opalino, olor como de saliva, sabor nulo, reacción neutra al tornasol, precipitable por el ioduro yodurado de potasio y por el bicloruro de platino y tóxico para la paloma. 

    De las experiencias que he practicado puedo decir por ahora que los síntomas característicos producidos en la paloma, son: inquietud, temblor, paresia motriz, marcha vacilante y después de 30 minutos rigidez de los miembros posteriores que quedan en la extensión forzada de una manera permanente, el animal no puede ya moverse, queda en un lugar con reflejos exagerados, con el más ligero tocamiento o con ruido sufre una convulsión general tetaniforme pasajera. La muerte tiene lugar a las 8 o 15 horas por parálisis respiratoria cuando la dosis es fuerte (una ponzoña). Cuando la dosis es menor, solo se producen los temblores la paresia y la hiperestesia cutánea y después de 4 a 5 horas recobra la paloma su estado normal. 

    En la rana también se produce la parálisis del movimiento y de la respiración. Queda inmóvil durante un día o dos y vuelve a su estado fisiológico. Pero presenta de notable que cuando comienza a recobrar el movimiento ha perdido la facultad de dirigirse. Esta perturbación se hace muy demostrativa poniendo la rana en gran cantidad de agua. Se ve entonces que puede nadar, esto es que mueve bien y fuerte sus miembros y se da impulso pero irregularmente, es incapaz de seguir una dirección voluntaria. Así hace varios movimientos hasta que se queda quieta con los miembros posteriores hacia abajo y la cabeza hacia arriba. Pasadas unas 12 horas de esta pérdida de la facultad directiva, vuelve a sus condiciones fisiológicas. 

    Se ve pues, en estas experiencias que la ponzoña del alacrán es un tóxico de los centros cerebrales, y que mata por parálisis respiratoria. 

    En cuanto a la inmunidad que se pueda comunicar a estos animales aun no lo resuelvo. He comenzado hace poco las experiencias en este sentido inyectando cantidades pequeñas que no produzcan la muerte del animal, pero que le hagan sentir sus efectos tóxicos. Cada 3 o 4 días repito estas inyecciones y aun no he observado resultados dignos de comunicar por ahora. Pero seguiré mis investigaciones y tendré la honra de comunicarlas a esta ilustrada Sociedad. 

    Estas notas de hoy no constituyen mas que el anuncio de una serie de capítulos a cual más interesantes que deseo se escriban por todos los que nos interesamos en bien de nuestros compatriotas. Para facilitar estos estudios lo primero que necesitaba era tener la sustancia tóxica en proporción fácil de dosificar y de conservar. Creo haberlo conseguido con la fórmula que he anunciado y si esto es así los estudios podrán hacerse en varias partes uniformados con una misma preparación. Con esta multiplicidad de acción llegaremos pronto a conocer la naturaleza química de la ponzoña y la manera de combatir sus efectos, sea por medio de agentes químico-farmacéuticos sea por medios biológicos inmunizando el ser humano o curándolo con los mismos humores del alacrán. 

México, Marzo 4 de 1900. 











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