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Índice de documentos presentados sobre el Dr. Fernando Altamirano

miércoles, 30 de diciembre de 2015

Myasis nasal. Diciembre de 1906.

Diciembre de 1906.  El pasado 5 de diciembre presente ante la Academia Nacional de Medicina mis observaciones acerca de una afección parasitaria en las fosas nasales, producida por las larvas de la mosca Chrysomyia macellaria Farbr, y las de la (Compsomya), conocida como myasis nasal.

Fuente: Fernando Altamirano. Gaceta Médica de México. Tomo II. Tercera Serie. Num. 7. 1907.

Myasis nasal

Observaciones acerca de una afección parasitaria en las fosas nasales, producida por las larvas de la mosca Chrysomyia macellaria Fabr. y las de la (Compsomys). 


Hace algún tiempo tuve la honra de comunicar a esta H. Academia, la historia de un enfermo atacado por las larvas dichas. Tuvo accidentes graves por la inflamación extensa que sobrevino en las fosas nasales y tejidos periféricos acompañada de síntomas generales de infección. Se llegó a tener serios temores por la vida de este enfermo debido a que los medicamentos que se usaron para que las larvas fueran expulsadas, no producían el resultado tal como se deseaba, es decir, que salieran al aplicar la medicina o poco después, y sobre todo porque se temía que se propagara extensamente la inflamación y el enfermo muriera por infección general. Mas no fue así, sino que las larvas salieron poco a poco hasta llegar al número 60 y en seguida se calmaron los fenómenos inflamatorios que desaparecieron del todo en el transcurso de 50 a 60 días y el individuo quedó enteramente sano aun de la ozena que padecía. 

Las medicinas que se usaron como parasiticidas fueron: cloroformo en inhalaciones ligeras y frecuentes, inyecciones de cocimiento de mastranto y también con agua tibia que llevaba en suspensión polvos de peritre aplicados por medio de pulverizadores; irrigaciones con agua fenicada y con solución de permanganato de potasio; humo de tabaco aspirado por la nariz, etc., todo esto con el fin que los gusanos se murieran y fueran expulsados rápidamente. Salían en efecto, pero nada más que tres o cuatro en el día, y con gran vitalidad, pues se movían rápidamente y algunos, que conservé dentro de una cajita de cartón, pudieron transformarse en insecto perfecto. 

Estuvieron saliendo durante ocho o diez días hasta completarse el número de sesenta como ya indiqué y tal vez más, pues se me dijo que algunos se habían escapado. Una vez que salieron los gusanos, el enfermo comenzó a dejar de sentir dolores, aunque los fenómenos inflamatorios continuaban. El tratamiento consistió entonces simplemente en aplicar irrigaciones antisépticas de permanganato de potasio dos o tres veces al día. Al fin de un período de dos meses ya habían desaparecido todos los fenómenos patológicos y el individuo se entregaba a sus faenas de cochero. 

Algunos meses después de este caso se me presentó otro análogo. Volví a insistir en la misma medicación dicha y observé también que la salida de las larvas no se violentaba por esos medios, sino que poco a poco se desprendían de las fosas nasales por solo los esfuerzos del enfermo al sonarse o estornudar; que una vez que salieron, también como en número de sesenta, comenzaron a disminuir las molestias y el enfermo a entrar en convalecencia. No vinieron fenómenos intensos de infección ni la inflamación se extendió mucho. Esta mujer quedó enteramente sana como un mes después que terminó la salida de las larvas, las que duraron para acabar de desprenderse como ocho días. 

Después, he sabido de otros casos de gusanos en la nariz, pero no los he visto. Solamente puedo decir que de los dos o tres que tuve noticia ninguno de los enfermos murió. 

Por último, en el presente año, he vuelto a ver tres casos más de esta afección parasitaria; uno de ellos en el pueblo de Cuautepec, otro en el de Zacatenco y otro en el rancho de Atepoxco a orillas de la población de Guadalupe Hidalgo. 

Seguí paso a paso la enfermedad de una mujer de Santa Isabel desde que se me llamó para verla, que fue al arrojar de la nariz unas cuantas larvas vivas. Llevaba como 10 a 15 días de sufrir dolores agudos en la cara cuando arrojó los primeros gusanos. El tratamiento que le prescribí fue: inhalaciones de cloroformo, inyecciones de cocimiento de mastranto, de agua fenicada, polvos de peritre en gran cantidad, insuflados dentro de la nariz y lavatorios diarios, dos veces al día, con solución de permanganato de potasio, que se aplicaban por medio de un irrigador de nariz. Pasó lo mismo que con los casos referidos; las larvas salían dos o tres diariamente, no cuando se aplicaba la medicina, sino en horas diversas, y al fin de 10 días había expulsado aquella mujer sesenta gusanos. Los dolores se comenzaron a calmar y poco a poco desapareció la inflamación. Durante la enfermedad se elevó la temperatura hasta cuarenta grados. Una vez que habían salido los gusanos, la única medicina que se le siguió aplicando fue el permanganato de potasio en irrigaciones para desinfectar y quitar el mal olor. De esta manera llegó a sanar completamente. 

A los pocos meses de este caso, me remitió el Dr. Flores las larvas que había arrojado el enfermo de Atepoxco. Eran iguales a las que arrojó el enfermo de Cuautepec. Le recomendé al enfermo que se aplicara irrigaciones con solución de permanganato de potasio, que recogiera las larvas que se fueran desprendiendo y me las presentara. Así lo hizo, y como a los treinta días estaba sano, según me informó la familia. El número de larvas que se desprendieron llegó a sesenta. 

En el enfermo de Cuautepec pasó lo mismo. Se aplicaron por lo familia solamente irrigaciones de permanganato de potasio; arrojó setenta larvas y sanó completamente al fin de un mes, aproximada mente, según los informes que tomé. 

Como se ve, de los cinco casos de larvas en la nariz que he observado, en ninguno ha venido la muerte y el mejor tratamiento ha sido practicar irrigaciones de permanganato de potasio como desinfectante y deodorizante. Según lo observado, las larvas no se arrojan con ninguna medicina, sino que espontáneamente se van desprendiendo por sí solas. Este desprendimiento se debe probablemente a que ya están próximas al período de transformarse en pupas y buscan entonces otro medio para acabar su transformación en insecto. He visto, en efecto, que después que salen de la nariz, ágilmente se diseminan y buscan un sitio donde refugiarse, se inmovilizan y al poco tiempo quedan transformadas en pupas. Se han encontrado algunas en los rincones del cuarto que ocupaba el enfermo, que provenían de las que se arrojan y pasan desapercibidas. Las que he tenido en mi poder, las he encerrado en una caja de cartón, a unas, y a otras de bajo de un embudo de vidrio y el todo guardado dentro de un estante y se han transformado perfectamente sin cuidado alguno. Las últimas que observé, las puse en su encierro el día 5 de octubre de este año (las que provenían de Atepoxco) y el 4 de septiembre las que me remitieron de Cuautepec. A los 28 o 30 días habían aparecido las moscas. De las 7 larvas de Atepoxco se desarrollaron 4 moscas, y de 12 larvas de Cuautepec 11 moscas. 

Las moscas que conseguí obtener de esta manera, como se puede ver por los ejemplares que tengo la honra de presentar, tienen mucho parecido, por su tamaño y coloración, con las moscas carniceras que pertenecen al género Calliphora. Se distinguen fácilmente por sus largos pelos cerdosos y por lo amarillo de la cara y de los lados. A esas moscas carniceras que son las que ponen su progenitura en las carnes alteradas, las he visto frecuentemente en las habitaciones, en la noche, revoloteando en derredor de los focos de luz. Algunos confunden esta mosca con la que presento; pero fácilmente se pueden distinguir como se dijo. No he llegado a ver dentro de las habitaciones a esta última que es la que busca las fosas nasales para colocar sus huevos. 

De estas observaciones acerca del desarrollo de la mosca se desprenden dos consideraciones de alguna importancia práctica: 

La primera es, que se deben recoger todas las larvas que salgan de la nariz del enfermo, para evitar que se desarrollen dentro de las habitaciones; segunda, que se deben colocar en un lugar apropiado para que se desarrolle la mosca y estar seguro de la especie que sea. 

Resumiendo, diré: que no es de temerse tanto, como se ha exagerado, la invasión de las larvas de la Chrysomyia y Compsomya en las fosas nasales. El mejor tratamiento de esta afección parece ser las irrigaciones antisépticas deodorizantes con permanganato de potasio u otra substancia que no inflame ni sea tóxica para el hombre. 

No hay que pretender, en general, que las larvas sean arrojadas con alguna medicina ni menos proceder a extraerlas mecánicamente, porque de esta manera se puede producir una infección grave. 

Según los datos de las observaciones anteriores, parece que los primeros síntomas dolorosos de la myasis nasal comienzan cuando las larvas que provienen de los huevecillos depositados por la mosca dentro de la nariz se fijan a los tejidos de las fosas nasales para alimentarse, durando este estado larvario, tal vez como ocho o quince días dentro de la nariz y procuran, entonces, salir espontáneamente para buscar otro sitio mejor para transformarse en pupas y luego en insecto perfecto. 

Por último, debo hacer notar, que la clasificación de las moscas que depositan sus huevos en la nariz y la historia natural de sus costumbres y desarrollo no está aun bien conocida, por lo que es de desearse que los médicos que tuvieren oportunidad de ver enfermos de myasis nasal, recojan las larvas y las remitan a donde se puedan estudiar si ellos mismos no lo pudieren hacer. 

Por mi parte, continúo las investigaciones a este respecto y tendré la honra de comunicar a esta H. Academia los resultados que obtuviere. 

Guadalupe Hidalgo, diciembre 5 de 1906.

F. ALTAMIRANO.








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