11 de octubre de 1904. El 11, con una carta de presentación
que se sirvió darme el Sr. Córdoba, nos fuimos por el tren a la estación de
Tarascón, donde nos recibieron con exquisita cortesía los Señores Bn. Adolph y
Edgar Jones, empleados superiores del establecimiento de Aserradero de Madera
que hay ahí, perteneciente a una compañía inglesa. Nos proporcionaron guía y
cabalgaduras y mientras Pringle colectaba en la base de las montañas, Shaw y yo
ascendimos al cerro de Comburinda. Él se ocupaba de sus pinos, y yo colecté
ocho especies de árboles diversos y de dos pinos que encontré, cuya lista se
verá adelante. Ascendimos hasta un punto llamado Coratama, a cosa de 2,100
metros sobre el novel del mar. En este punto estaba efectuándose el corte de
los árboles que llevan al aserradero, y por esto tuvimos la fortuna de
encontrar un hermoso Pinus Moctezuma, recién cortado, cuyas dimensiones pudimos
recoger. Son las siguientes: Altura, 35 metros; diámetro, 0.80 centímetros;
zonas leñosas de crecimiento anual, 145 a 150. Es decir que tenía de edad como
150 años.
A las 2 p.m. habíamos vuelto al Aserradero y comimos agradablemente en compañía de los Señores Adolph y Jones. Visitamos después de comer el establecimiento, que encontramos perfectamente bien instalado y en su producción activísima, destrozando enormes troncos de pino y convirtiéndolos en tablas de diversas dimensiones, en duelas, etc. Me llamó la atención que una corriente rápida de agua se llevase el aserrín y la viruta que en gran cantidad sale de las maquinarias, para llevarla a los campos bajos, donde se pierde sin utilidad. Haciendo algunas observaciones acerca de este producto desperdiciado, les propuse que haríamos en el Instituto la valorización de la cantidad de resina que contiene, y ya en privado de este principio, lo remitiríamos a una fábrica de papel y otras, para que ensayaran si convenía para la fabricación de este producto o de otros. Sobre este punto hablaremos más extensamente en otro artículo, lo mismo acerca de la madera.
A las 7 de la noche habíamos vuelto a Uruapan, donde nos esperaba el Sr. Córdoba con el arreglo necesario para partir al día siguiente a la Sierra de Tancítaro.
Mis compañeros de viaje no se decidieron a ir, por estar ya muy cansados y temieron no resistir la excursión, que duraría 3 o 4 días, caminando todo el día por malísimos caminos, sin hoteles o mesones ni los alimentos acostumbrados por ellos. Comprendí la razón que tenían y no les insté, sino que partí solo en unión del Sr. Córdoba, y ellos se quedaron en Uruapan para colectar en las cercanías.
A las 2 p.m. habíamos vuelto al Aserradero y comimos agradablemente en compañía de los Señores Adolph y Jones. Visitamos después de comer el establecimiento, que encontramos perfectamente bien instalado y en su producción activísima, destrozando enormes troncos de pino y convirtiéndolos en tablas de diversas dimensiones, en duelas, etc. Me llamó la atención que una corriente rápida de agua se llevase el aserrín y la viruta que en gran cantidad sale de las maquinarias, para llevarla a los campos bajos, donde se pierde sin utilidad. Haciendo algunas observaciones acerca de este producto desperdiciado, les propuse que haríamos en el Instituto la valorización de la cantidad de resina que contiene, y ya en privado de este principio, lo remitiríamos a una fábrica de papel y otras, para que ensayaran si convenía para la fabricación de este producto o de otros. Sobre este punto hablaremos más extensamente en otro artículo, lo mismo acerca de la madera.
A las 7 de la noche habíamos vuelto a Uruapan, donde nos esperaba el Sr. Córdoba con el arreglo necesario para partir al día siguiente a la Sierra de Tancítaro.
Mis compañeros de viaje no se decidieron a ir, por estar ya muy cansados y temieron no resistir la excursión, que duraría 3 o 4 días, caminando todo el día por malísimos caminos, sin hoteles o mesones ni los alimentos acostumbrados por ellos. Comprendí la razón que tenían y no les insté, sino que partí solo en unión del Sr. Córdoba, y ellos se quedaron en Uruapan para colectar en las cercanías.
Fuente: Fernando Altamirano Carbajal. Anales del Instituto
Médico Nacional. 1904.
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