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Índice de documentos presentados sobre el Dr. Fernando Altamirano

domingo, 21 de agosto de 2016

21 de agosto de 1905. Entre El Ciervo y Cadereyta. Memoria acerca de una Excursión Botánica al Estado de Querétaro.

21 de agosto de 1905. Entre El Ciervo y Cadereyta.

De las 6 de la mañana a las 9, después del desayuno, ocupamos el tiempo en el arreglo del herbario, desecación de los papeles secantes, etc., y partimos a la hora indicada. El terreno por donde pasa el camino es tepetatoso y con gran cantidad de piedras sueltas. Asciende gradualmente hasta un punto llamado "La Bóveda," que es como la cúspide de una colina, la que después de ser recorrida en cierta extensión, se desciende para llegar a Cadereyta. Esta población ocupa la falda Norte de esa colina, la que está constituida ahí por tepetate y grandes cortinas de rocas basálticas. Es de un aspecto bien triste; su clima muy seco, lo que produce gran escasez de agua potable. Los habitantes se surten de este líquido de unos estanques fabricados con el exclusivo objeto de recoger las aguas pluviales (si es que las hay), pues al presente están casi vacíos. Contienen una capa delgada de líquido cubierta de otra de vegetación acuática, constituida probablemente por algas. En unos de los ángulos de estos estanques grandes, hay otros mucho más pequeños, destinados a encerrar las aguas limpias que brotan en ese mismo lugar, y las que de esta manera no se mezclan con las de lluvia, reunidas en el resto del estanque. Con esta magnífica precaución logran tomar agua menos impura. Otra circunstancia llama también la atención del viajero: la falta de alumbrado en las calles durante la noche. Tienen solamente algunos faroles alimentados con gas o petróleo tal vez, lo que arroja una luz muy escasa. Debe, pues, llenar esta población dos urgentes necesidades: surtirse de agua limpia y adquirir luz eléctrica, que tal vez pudiera proporcionarle la Compañía de la planta eléctrica que se está estableciendo, no muy distante de ese lugar, en el punto llamado "Las Rosas". ¡Qué bien tan grande les haría el señor Gobernador del Estado a esos habitantes, proporcionándoles esas dos mejoras!

Ya el pueblo, por su parte, ha comenzado a gestionar los medios de poder emprender la perforación de pozos artesianos, con probabilidades de éxito. Para esto pidió al Ministerio de Fomento que se sirviera mandar un ingeniero que les resolviera si podrían o no encontrar aguas brotantes. Según Informes que me dio el señor Secretario de] Juzgado, fue mandado con esa comisión el Ingeniero Sr. Villarello, quien después de prolijos estudios llegó a la conclusión de que en esa región no convenía perforar pozos, porque no brotaría el agua. Que lo mejor sería construir una gran presa que contuviera las aguas de lluvia en cantidad suficiente para poder regar el valle de Cadereyta y surtir a la población de agua para beber. Proyectó, en efecto, el Sr. Villarello dicha construcción en terrenos de la Hacienda de Santa Bárbara, en lugar dominante, apropiado para regar el valle, y cuyo costo sería como de $30,000. Pero parece que el dueño de Santa Bárbara impuso condiciones muy ventajosas para él y gravosas para la Compañía que se proponía nacer dicha presa. Una copia de esas condiciones me fue presentada en el Juzgado.

En vista de lo dicho, debe preguntarse a quien corresponda si se ha llegado a ratificar la opinión desconsoladora del Sr. Villarello, caso de que lo asentado sea cierto. Si no recuerdo mal, se ha dicho también que el ilustre Alejandro de Humboldt dijo que en .México no habría pozos artesianos, y mucho después vino a esta ciudad el Sr. Pane y abrió el primer pozo brotante, con excelente resultado, y todos han seguido abriendo pozos con el mismo éxito, salvo en localidades muy determinadas, en que el agua no ha llegado a brotar.

Además, ¿qué por las primeras dificultades encontradas para la construcción de esa presa se debe prescindir de hacer una obra de utilidad pública, dificultades que se podrían vencer con un poco de más dinero, tanto más cuanto que el costo de la obra es insignificante?

En cuanto a la Flora que observamos entre el Ciervo y Cadereyta, es muy escasa y bien triste. Se reduce a pequeños matorrales espinosos, casi en su mayoría de Chaxni, a los nopales Cuixos, capulín cimarrón y a algunos otros. Cerca de la Puerta de la Bóveda son notables los Garambuyos que en gran cantidad, formando casi un bosque, se presentan muy corpulentos, y estaban llenos de frutos. De esta Puerta en adelante, el terreno es casi estéril y aun los campos sembrados tenían milpas muy mal desarrolladas y marchitas. En este lugar, ya casi al llegar a Cadereyta, encontramos una Ipomæa en bastante cantidad, que pudiera ser utilizable por sus grandes raíces tuberosas y llegar a ser un sucedáneo de la Jalapa. Con respecto a las Cácteas, sí encontramos en este trayecto del Ciervo a Cadereyta varias especies y gran abundancia de algunas de ellas. La más notable fue el Echinocactus ingens, que sirve para la fabricación de dulces cubiertos. Su centro está formado por una pulpa abundante, jugosa, blanquísima, suave, casi insípida, que es la que se utiliza para los dulces. Los frutos que produce son como unas tunitas sin espinas, pero cubiertas de escamitas, y que son comestibles. Se les llama Guamichí, son de sabor agridulce, y se prestan admirablemente para ser conservadas, especialmente en azúcar.

También colectamos en los alrededores de Cadereyta; y entre las plantas notables que recogimos, es de mencionarse el Huicicialtemetl, árbol grande cuya madera fue, hace algunos años, recomendada calurosamente para la curación de la tisis. Desde entonces creíamos que era una Rosácea, por el aspecto de sus ramos espinosos y de sus hojas, que eran los únicos órganos que habían venido a nuestras manos. Ahora recogí los frutos, que son poco más grandes que un capulín, y semejantes a ellos, por su color y aspecto, y de un sabor agradable, sumamente dulce. El
Sr. Rose y yo seguimos ahí en la creencia de que sería una Rosácea, tal vez especie nueva, pero el Sr. Dr. Urbina nos ha venido a sacar del error. Al revisar en el Instituto mis ejemplares, clasificó ese Huicicialtemetl como Bumelia lanuginosa, Pers., de la familia de las Sapotáceas.

Las otras plantas que debemos de mencionar, son una Cucurbitácea y una Crasulácea. Las aplicaciones de la primera, dos las comunicó el Sr. Lic. Camacho, Juez de esa población, y a quien le debimos finas atenciones, lo mismo que a los señores Anaya.

Pues bien, esta Cucurbitácea, llamada ahí Calabacilla, que es la Cucurbita fætidisima, tiene una raíz tuberosa, de gran volumen. Se emplea para lavar la ropa de uso, a la que blanquea perfectamente, sin dejarle la propiedad de causar escozor en el cuerpo del que la usa, como pasa con el Amole de raíz, producido por los Agaves y otras especies de plantas. Este escozor lo producen los cristales de sales de cal, generalmente, que en forma de agujitas punzantes y largas encierran con profusión los Agaves.

Tiene, además, otras aplicaciones esta raíz de la Cucúrbita: ser Insecticida, y lo mismo los tallos y las hojas. Se dice que con e] polvo se mueren las chinches y las pulgas, y que se usa corrientemente para malar a los gusanos que se desarrollan en las heridas de los animales. Basta llenar la herida con el polvo de la raíz o de las hojas, para que prontamente se mueran las larvas. En cuanto a la Crasuláeea, lo notable fue que resultó ser una Echeverría, especie nueva, según pudo clasificarla desde luego el Dr. Rose, que es especialista en la clasificación de las Crasuláceas. La descubrí cerca de un manantial, en un cortinaje de rocas altísimas y agrietadas. Este lugar es notable por la atmósfera húmeda que le rodea, debido a pequeñísimas infiltraciones de agua que brotan en algunos puntos de las rocas.

Con motivo de estas aplicaciones de la Calabacilla, y de haber encontrado con profusión varias Cucurbitáceas vegetando abundantemente en diversos lugares, y de haberlas visto también en otros muchos puntos del país, me propuse colectar todas las especies de estas Cucúrbitas para que en el Instituto se hiciera el estudio botánico y químico de estas plantas, que podrían ser de explotación industrial por la saponina que encierran, y poderse colectar y aun cultivar fácilmente en grandes cantidades. Recogí, en efecto, tres especies de esas Calabacillas llamadas ahí Meloncillo unas y Calabacillas las otras dos. La que recogí como Meloncillo, que también colecté en mi última excursión a Zamora, y que entonces se clasificó como Cucúrbita fetidísima, sin haber tenido presentes las flores masculinas, fue rectificada en nuestro camino por el Dr. Rose, que encontró, al ver las flores masculinas, que pertenecía al género Apodanthera. En efecto, el Sr. Dr. Urbina confirmó esta opinión y llegó a determinar dicho Meloncillo como Apodanthera undulata. Es sumamente fétida, tanto en los frutos como en la raíz y en todas sus partes. Hablaremos después sobre esta Cucurbitácéa curiosa y útil, más extensamente, en vista de las nuevas observaciones de que ha sido objeto. Volviendo a las otras Calabacillas, diré, por ahora, que se distinguen de la anterior porque sus hojas no son onduladas ni tienen esa fetidez tan intensa como el Meloncillo, al cual se le debía haber dado el nombre específico propiamente de fetidísima. El Dr. Urbina clasificó a la que tiene las hojas triangulares, como Cucúrbita fætidisima, y a la otra, de hojas lobadas, como Cucúrbita califórnica. El fruto de esta última huele a Pepino (Cucumis saticu, L.) y el de la fetidísima es casi inodoro y muy fibroso. El Sr. Reyes Ugalde nos remitió ejemplares para los estudios del Instituto, acerca de los cuales hablaremos más adelante.

Fernando Altamirano Carbajal: Memoria acerca de una Excursión Botánica al Estado de Querétaro. Anales del Instituto Médico Nacional. 1905.



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