A continuación, se presentan algunos fragmentos del discurso del Dr. Fernando Altamirano:
“Señor: Con la destrucción de los bosques faltará el calórico y faltará el agua. He aquí concretada en dos palabras, pronunciadas por el gran Humboldt, la importancia de nuestros bosques. El eminente sabio alemán pronosticó a los americanos, desde hace un siglo, las dos grandes calamidades que se les esperaba con la destrucción de sus montes. El tiempo ha venido confirmando esta sentencia en todos los países que han quedado sin árboles. La ciencia, por su parte, cada día nos enseña el papel tan grande que desempeñan los bosques en la economía social. No hay arte que no necesite madera; no hay industria ni locomotora sin el auxilio del fuego. La higiene, la meteorología y la hidrografía nos demuestran diariamente la necesidad de los bosques; en una palabra, sin ellos las naciones perecerán… ¿A qué será debida la indiferencia y apatía con que, generación tras generación, se ha venido contemplando la ruina que nos amenaza? La explicación consiste en el error lamentable que se ha cometido prestando poca o ninguna atención en propagar los estudios de las ciencias naturales… Consumo de madera por las industrias, empresas ferrocarrileras, las artes y la economía doméstica. Esta es la causa fundamental de la destrucción de los bosques; es, por decirlo así, la verdadera y única, y acerca de la cual deseo, señores, llamaros toda vuestra atención; porque es la que exige no solo la reglamentación forestal, sino gran número de otras disposiciones complicadas y difíciles de resolver en nuestras actuales circunstancias… Se deben, pues fomentar, por todos los medios posibles, los estudios y las empresas que tiendan a proporcionar fuerza motriz utilizando los recursos de nuestro país. En este sentido merecen bien de la sociedad esas compañías que ya están utilizando las caídas de agua para dar luz y movimiento… Otros recursos de gran porvenir para suplir la leña que gastan los ferrocarriles, son las turberas de Xochimilco y otras muchas de la República… ¿Conservaremos aún la apatía de no perseguir a los destructores de los árboles y la indulgencia criminal de no castigarlos? A la obra, pues, ilustre Academia de Jurisprudencia. ¡Salvad a nuestros bosques, salvad a México!
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