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Índice de documentos presentados sobre el Dr. Fernando Altamirano

lunes, 22 de agosto de 2016

22 de agosto de 1905. Entre Cadereyta y Vizarrón. Memoria acerca de una Excursión Botánica al Estado de Querétaro.

22 de agosto de 1905. Entre Cadereyta y Vizarrón.

Tan pronto como nos levantamos, a las 6 de la mañana, nos pusimos a trabajar en el herbario, para procurar la desecación de nuestras plantas. Esta operación era cada día más difícil para mí, por no llevar papel especial para estas operaciones, como el que tenía el Dr. Rose. Es un papel muy absorbente, grueso, resistente, algo rígido, y cortado a la medida del herbario. Está destinado a desecar solamente los especímenes, los que se colocan a medida que se colectan, dentro de pliegos de papel amarillo muy delgado. Cada pliego amarillo recibe una planta, y entre pliego y pliego se colocan los del secante. Este absorbe la humedad del espécimen durante 12 o 24 horas, y se debe cambiar entonces y desecarlo al sol. Al hacer este cambio se sustituye el que se quita por otro pliego secante, sin abrir ya el amarillo que encierra las plantas. Con este procedimiento clásico se consigue una excelente preparación de especímenes, la que quedará tanto más elegante y de mejor aspecto, representando el natural, cuanto más pronto se coloquen en el herbario y se les deseque cuidadosamente. Es lo que hace nuestro sabio y excelente amigo el Sr. Pringle. Arregla sus ejemplares en el mismo lugar de la colecta, casi enfrente de la planta que ha proporcionado los especímenes, los coloca entre sus papeles correspondientes, y los comprime entre dos bastidores de madera, especiales. Al volver a su posada tiene gran cuidado de cambiar los secantes. y continúa este cambio hasta la desecación completa. Por este motivo se detiene en las estaciones que escoge para colectar, todo el tiempo que le es necesario, o bien escoge lugares de los cuales pueda ir y venir con prontitud. Si a esto se agrega el grande amor que profesa a este arte, sus magníficos conocimientos botánicos prácticos, y una dedicación personal exclusiva para disponer después sus especímenes correctamente, según sus números, localidades, observaciones, y por último, clasificados con prontitud por Profesores de Botánica eminentes, como el Dr. Rose, etc., y después montados artísticamente en presencia del mismo Sr. Pringle, se comprenderá con esto por qué el Herbario Pringle se ha repartido con tanta estimación por todo el mundo científico, y por qué se puede afirmar que no hay otro que le aventaje. Mas para ello se necesita la dedicación y el amor del Sr. Pringle, que le dan fuerza de voluntad necesaria para soportar con constancia tantas y tantas molestias que sufre en los caminos y en los campos, por los rigores de la intemperie, la escasez de alimentos, etc. Lleva más de 20 años de estar colectando en México, y todavía le vemos entusiasta y vigoroso para estos trabajos, y repetir sus idas y venidas a ésta o aquella localidad, donde debe encontrar los especímenes que necesita para el complemento de las clasificaciones, esto es, que tengan unos los frutos, otros las llores o las hojas, etc. 

Perdóneseme esta digresión, hija del entusiasmo que me causan los trabajos del Sr. Pringle, y que sirva como un elogio pequeño a este insigne obrero de la Flora mexicana. 

Volviendo a nuestros trabajos de herbario en Cadereyta, decía que el Dr. Rose llevaba papel secante del que yo carecía, porque en México no tenemos en el comercio esta clase. Y no solamente de ésta, sino que ya no conseguí ni del que se llama de estraza, que ha sido el único más a propósito que hemos llegado a obtener para la desecación de los especímenes. Así es que ya no tenía yo, una vez agotada la corta provisión que me llevé de papel de estraza, con que desecar mi colecta; pero me serví de un procedimiento que en otras ocasiones me había dado buenos resultados. Dividí en grupos de diez en diez especímenes todos los que estaban húmedos, los sujeté con unos hilos para poderlos manejar más rápidamente sin alterarlos, etiqueté convenientemente cada paquetito, y los mandé poner al sol por algún tiempo, no muy largo, para evitar las deformaciones de los especímenes por una desecación muy rápida o prolongada. El indio que llevaba me servía perfectamente para estas operaciones. De esta manera conseguí que mis plantas se secaran bien; pero tan sólo para que no se pudrieran, pues siempre cambian mucho del buen aspecto que conservan desecándolas como ya se dijo. En cuanto a las plantas crasas, como las Crasuláceas, las sumergió el Dr. Rose en agua hirviendo, que se proporcionó en la fonda mientras nos desayunábamos. Las plantas colectadas habían, pues, quedado bien arregladas en su mayoría; pero nos faltaban las Cactáceas en general, que como teníamos de ellas ejemplares vivos, voluminosos, y además, muy difíciles de acomodar, por sus largas espinas, las teníamos aparte y reunidas en el chiquihuite de nuestro indígena. Así es que decidimos enviarlas a México por Express, y yo las empaqué en unos cajones, y en otros los paquetes de mi colecta, y los entregamos a un comerciante que se encargó de remitirlas a la capital ese mismo día, por el Nacional Mexicano. Cumplió estrictamente, y a nuestra vuelta encontramos nuestro envío en muy buenas condiciones, debido a los cuidados que había tenido con ellas el Sr. Alcocer, a quien le escribí sobre el particular. 

En estas y otras ocupaciones duramos medio día, y después de comer partimos a la una y media de la tarde para Vizarrón. 

Salimos con un sol ardiente, atravesamos todo el valle, en el que veíamos con tristeza las milpas muriéndose de sed, y llegamos a la Hacienda de Santa Bárbara como una hora después. Aunque nuestra ruta no debía ser precisamente por esta finca, pero debíamos pasar por ella para informarnos de unas lajas de basalto que se extraen de una cantera de ese lugar con dimensiones hasta de cuatro metros de largo por dos de ancho, según nos había informado el Sr. Reyes Ugalde. Nos pusimos en contacto con el dueño de la Hacienda, el Sr. Jáuregui, quien nos enseñó dicha cantera; pero nos dijo que no sería posible obtener lo que deseábamos, por ser una mera casualidad llegar a sacar lajas de esas dimensiones. Sin embargo, nos dijo: "Haré algunas pruebas e informaré a ustedes con el resultado”. El objeto de obtener yo estas láminas de basalto, era para utilizarlas como cubiertas de las mesas de laboratorio. Se prestan a recibir un buen pulimento, y son muy resistentes a los reactivos que pudieren verterse sobre ellas. El color sería algo desagradable, pero quedaría recompensado por el bajo precio a que pudieran conseguirse. 

En estas pesquisas emplearíamos una hora, y partimos a tomar nuestro camino a Vizarrón. Antes de entrar al camino, atravesamos por la falda de una montaña donde colectamos varias plantas en compañía del Sr. Jáuregui. El conoce algo el otomí, y nos dio algunos nombres como el de Caxtadini, con el que designan a la planta que en México se llama Vaca ceniza. Y botánicamente Zaluzania; al lugar por donde pasamos le llaman Bonani, que significa cal negra; de Bo, negro; y nani, cal. Entramos por fin al camino real, se despidió nuestro amigo, y comenzamos a subir una empinada cuesta en zig-zag, llamada de la Mesa. La vegetación de esta zona era muy abundante y variada. El tipo arborescente de más interés que encontramos en abundancia sobre la falda de la montaña, fue una Yuca llamada por los de allí Palma corriente. Es la Yuca australis, según el Dr. Rose, y tiene útiles aplicaciones. Preparan con la porción fibrosa del centro del tallo, los Palmos que tienen gran consumo en el comercio; con los troncos, una vez ahuecados por la extracción de la materia prima dicha antes, hacen unas cajas que quedan con la forma de gruesos tubos muy resistentes, ligeras y muy baratas, que se consumen mucho para la cría de las abejas. Esta industria de la Apicultura, está muy desarrollada en aquellas regiones, aunque ahora menos que antes, por la escasez de las flores, que se debe a la falta de las lluvias, según dicen los campesinos. En la Hacienda del Ciervo vimos estas cajas en prevención para recibir los nuevos enjambres de colmenas, y se dos dijo que las compraban a razón de $0.50 cada una. Basta taparles un extremo por medio de una tabla asegurada con clavos, y cubrir las hendeduras que existan con excremento de animales vacunos, y quedan perfectamente apropiadas para su objeto. En cuanto a las hojas de la Palma se usan también para extraer de ellas fibras para cordeles y otros usos, y sobre todo para preparar teas que emplean los mineros, según veremos más adelante. 

Al subir la cuesta comenzamos a ver abundantemente la Guapilla, Echtia glomerata, que ya hemos estudiado en el Instituto, y de la cual se informó en nuestro periódico, que encierra en la base de las hojas una secreción amarillenta que es un bálsamo. 

Ahora me informaron, y tuve oportunidad de verlo, que se usa como forraje y como leña. 

Duramos subiendo esta cuesta como una hora o algo más, y llegamos al Rancho de la Mesa, Es una finca de aspecto nuevo, muy aseada, y que proporciona recursos a los viajeros en la tienda que ha puesto a la orilla del camino. Continuamos sobre esta Mesa del cerro ascendiendo ligeramente y a poco andar principiamos el descenso de la falda opuesta de esta montaña. Es una cuesta tepetatosa muy empinada, que carece de vegetación, pues está reducida a matorrales espinosos diseminados. La Flora que abunda es de las Compuestas, de las que colectamos diversas especies. A las 6 ½ de la tarde habíamos concluido el descenso y seguimos el camino, situado casi en el fondo de una gran cañada, en el que está también una Hacienda llamada de las Tuzas. Continuamos caminando sobre tepetate y entramos a un callejón llamado de Vizarrón. Marchábamos entre dos hileras de cercas blancas que nos separaban del monte, cuya Flora ya no pudimos ni observar por haberse obscurecido. Una hora muy fastidiosa pasamos en este larguísimo callejón, y por fin llegamos al pueblo de Vizarrón, a las 8 de la noche. 

Desde luego nos dirigieron a una humilde casita donde suelen dar posada a los pasajeros. Después de largos y fuertes toquidos, y de súplicas y gritos, abrió la puerta una anciana sorda con una luz en la mano. Nos recibió agriamente y diciéndonos que no la fuéramos a robar; pero al fin le inspiramos confianza a fuerza de súplicas y como: "dádivas rompen rocas," se ablandó y nos proporcionó dos cuartos con dos camas y tres colchones, caballerizas, etc., y por último le inspiramos tal interés, que hasta nos proporcionó de cenar opíparamente, pues nos mandó servir pollo frito con ensalada, algún otro guisado, chile y frijoles. A las 10 ya estábamos en dulce descanso, y dormimos tranquilamente toda la noche; guardaremos eterna gratitud a esta anciana.

Al siguiente día nos levantamos muy temprano al arreglo del herbario, y apareció ante nosotros la buena anciana con un aire maternal informándose de cómo habíamos pasado la noche y ofreciéndonos el desayuno. Aceptamos gustosos y nos mandó servir: leche, huevos fritos, beefsteak, etc., y nos desayunamos con todo gusto, y entre tanto almorzábamos nos daba nuestra posadera consejos para el camino y nos preparó carne cruda, chocolate, y todo lo que juzgamos necesario para viajar por 3 días entre cerros y barrancas solitarios, donde probablemente, según nos decía la viejecita, no encontraríamos quien nos proporcionara ni agua. 

Después de gratificar a aquella generosa mujer, nos despedimos de ella y partimos a las 8 a. m. rumbo a Higuerillas. 

Fernando Altamirano Carbajal: Memoria acerca de una Excursión Botánica al Estado de Querétaro. Anales del Instituto Médico Nacional. 1905.



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