Entrada destacada

Índice de documentos presentados sobre el Dr. Fernando Altamirano

miércoles, 24 de agosto de 2016

24 de agosto de 1905. Entre Higuerillas y San Pablo. Memoria acerca de una Excursión Botánica al Estado de Querétaro.

24 de agosto de 1905. Entre Higuerillas y San Pablo.

Fue preciso para mí levantarme a las 5 de la mañana para el arreglo de mis plantas. Mis compañeros continuaron en reposo por lo agotados que se encontraban y porque ya no tenían tanta necesidad como yo de ordenar sus plantas en papeles. Ellos llevaban por método colocarlas entre sus pliegos casi a medida que las recogían, pues apenas habían reunido de 6 a 8 especies se detenían y en el suelo abrían su herbario y colocaban los especímenes. Magnífico medio de conservarles el buen aspecto y evitarse esta tarea al llegar a las posadas; pero más retardado, en cambio, para caminar, por las detenciones frecuentes que exige, aunque en este viaje no eran de tenerse en consideración porque todos éramos del mismo gusto y estábamos dedicados al mismo asunto. Más no pasa lo mismo cuando se marcha con compañeros que se dedican a distintos asuntos, como suele pasar cuando se aprovecha alguna oportunidad de viajar con un jefe político, por ejemplo, que visita sus jurisdicciones, etc. Entonces se debe hacer la colecta de ejemplares al paso rápido del caballo y no se puede uno detener ni cinco minutos al arreglo de lo colectado. Para estos casos, que han sido para mí los más frecuentes, he tenido que sujetarme a lo que la práctica me ha ensenado: recoger los ejemplares que encuentro a mi paso o que voy a buscar, rápidamente a los lados del camino y reunirlos en un saco de hule que llevo colgado en la cabeza de mi silla con cierto método y gran cuidado para evitar las deformaciones de las hojas y caída de las flores. Al mismo tiempo llevo en mi libro de apuntes mis notas relativas a nombres vulgares, localidades, distancias, indicaciones del aneroide y del termómetro y otras más. Todos Los apuntes los hago andando mi cabalgadura para no detenerme ni fastidiar a mis compañeros. Al Llegar a la posada me dedico a la colocación, en papeles, de lo colectado, poniendo desde luego en los misinos pliegos nombres vulgares y otras notas, operación que necesita varias horas de trabajo continuo y rápido. Terminado el arreglo, coloco el bulto que resulta entre dos bastidores ligeros con alambrado y los comprimo con correas. Además, para violentar tiempo y la desecación, hago paquetes en la forma de que ya hable atrás. 

Pues bien, estas operaciones tenía yo que hacer en Higuerillas muy temprano, y por eso comencé desde las cinco. Como a las 8 había concluido y nos fuimos a nuestro restaurant a tomar el almuerzo y desayuno que ya había mandado preparar. Nos atendieron perfectamente, y estando en esta operación llegó Nieves con su cargamento de Biznagas y de otras plantas. Escogimos las dos especies del Peyote y como había traído casi 30 kilos de esa droga, que me serían útiles para los estudios del Instituto, fue preciso alquilarle la muía que tenía, para que nos los llevara, así como los bultos de las plantas que ya habían aumentado mucho. En fin, después de platicar con el Administrador y de habernos prometido que arreglaría con su patrón el cultivo de unas tres mil plantas de Tataniní para ensayar la manera de propagarla económicamente, nos despedimos de nuestro servicial amigo que gratuitamente nos había hospedado. A las 10 a. m. se puso en marcha la caravana reforzada con el indígena Nieves que nos servía de guía a la vez que de informante y de cargador. 

Tomamos el camino para Tolimán, según habíamos convenido la víspera el Dr. Rose y yo. Painter caminaba trabajosamente en su caballo y a poco andar prefirió ir a pie. Como ya no tenía animo de colectar y nosotros nos deteníamos frecuentemente, él se adelantó mucho y cuando llegamos al punto en que se divide el camino en dos direcciones: una para Tolimán, y otra para San Pablo, ya había pasado muy adelante rumbo a San Pablo, y fue preciso prescindir de nuestra marcha a Tolimán y dirigirnos a ese lugar. Todo nuestro camino fue en el fondo de una cañada, a la orilla casi de un arroyo sin agua. Marchábamos río arriba y después de cuatro horas de andar llegamos a la parte más alta de la vía, en un punto Llamado "Puerto del Ronco." Eran las dos de la tarde y nos quemaba un sol intenso. Ahí nos reunimos con Painter que nos aguardaba y disfrutamos por algún tiempo de la espléndida vista que se nos presentó. Pudimos divisar a Tolimán, al pueblo de San Pablo, a la Peña de Bernal, etc. Tolimán y San Pablo quedaban en el fondo de una especie de cuenca escabrosa y llena de pequeños cerros rodeada de altísimas montañas. 

Un manto de vegetación, más verde y tupida que la que acabábamos de pasar, cubría aquella cuenca y a todas las montañas. El camino continuó en zigzag con un rápido descenso, y después de dos horas, penosas para Painter, llegamos a San Pablo. Es un pueblo grande situado en las márgenes de un arroyo, que aunque no lleva gran cantidad de agua, mantiene una vigorosa vegetación arborescente. El pueblo cultiva varias huertas y se produce buena fruta. Casi todas las casas son jacales, pero en el centro las hay también de muros de piedra. Cuenta con algún comercio, en tiendas pequeñas, pero los habitantes son inhospitalarios según nos pareció. Nuestro guía Nieves nos llevó al pueblo con la seguridad de que ahí encontraríamos posada y alimentos según la práctica que tenía; pero no conseguimos ni lo uno ni lo otro, no obstante nuestras súplicas y ofertas de pagos. Se mostraron el reverso de la buena viejecita de Vizarrón. Tuvimos que dirigirnos entonces a la hacienda del mismo nombre, que está a las orillas del pueblo, decididos a que si no nos albergaban ahí, pasaríamos la noche debajo de un árbol. Por fortuna no fue así, y al tocar el zaguán se abrió luego y nos recibió el Administrador, que aunque vacilando, nos franqueó la puerta y nos ofreció alojarnos en unas piezas de esa gran hacienda. Fue una felicidad para los cansados, y desde luego tomaron posesión de las recámaras que estaban provistas de buenos y abundantes colchones en sus camas respectivas. No fue posible conseguir que nos hicieran de comer, entre la cuadrilla de la hacienda ni en el pueblo, hasta que compadecido el Administrador de nuestra situación, mandó prepararnos alimentos en su casa. A la 5 ½ tomamos chocolate con gordas de maíz, porque no había pan, y cenamos a las ocho de la noche. Aquella gran casa está casi abandonada y las víboras la han tomado por su cuenta, pues nos refirió el Administrador que ha matado en el curso de este a año como 50 reptiles, a cual más venenosos. Algunas víboras de cascabel las ha llegado a encontrar sobre su buró. Dormimos con gran comodidad, y al día siguiente, después de pagar nuestros gustos al Administrador, partimos para la hacienda del Ciervo. 

Debo decir algo respecto a la Flora que acabamos de estudiar. 

Al salir de Higuerillas seguimos observando casi la misma que la del día anterior. Sin embargo, podemos decir qué la Larrea y la Fouquiera eran más abundantes entre Vizarrón e Higuerillas y que aquí casi eran sustituidas por una Acacia muy resinosa. La corteza de ella se veía cubierta de un verdadero barniz brillante y adhesivo, particularidad muy curiosa entre las Leguminosas y que nos llevó a preguntarnos si el clima de aquellos lugares exigiría esta condición para la vida de esas plantas y de otras. En efecto, se recordará que dijimos que tanto la Gobernadora como la Chiquiña son muy resinosas. Vemos, pues, que aquí donde no hay aquellas plantas resinosas, tienen sin embargo ese carácter las que las representan. El clima de esa localidad es sumamente seco y cálido a la vez, y el suelo carece de tapiz de gramíneas, debido probablemente a lo deleznable del terreno indicado o a que no llueve. Otra leguminosa muy abundante por ese camino, era llamada Conzdá (acacia). Árbol grande lleno de flores amarillas cuya madera es muy apreciada como leña. 

El Guayule o Parthenium siguió presentándose en abundancia, y recogí un ejemplar muy crecido, de hojas anchas y poco lobadas, que me pareció ser especie distinta del P. incanum. 

Seguimos encontrando varias cactáceas y entre ellas dos especies o variedades del Nopal Duraznillo; una tiene las tunas blancas y se pueden comer con todo y cascara, es decir, que se les quita solamente La película superficial en la que se van las espinas; la otra presenta algunas diferencias en las pencas y en las espinas, pero sobre todo en las tunas que son rojas y no se les puede comer sino quitándoles toda la cáscara. Sin embargo, el Dr. Rose dijo que la segunda era la Opuntia altamirani caracterizada por el vello suave aterciopelado que cubre la superficie de las pencas, y que la primera era propiamente la tuna Duraznillo, Opuntia leucothricha. 

En el tramo comprendido de Higuerillas al Ronco, antes de subir la cuesta, me llamó la atención la gran cantidad de Sábila (Aloes sp?) que vegeta a la orilla del arroyo que he mencionado ya. Existe en grandes aglomeraciones impenetrables. Recogí ejemplares para determinar la especie y enseñé a Nieves cómo había de extraer el jugo para que me colectara cinco kilos. Producen las pencas abundante jugo que tal vez llegue a ser explotable como acíbar. 

Al llegar a San Pablo, causa admiración ver desde lejos grandes extensiones de terreno cubiertas de una planta de aspecto rojizo. Es el llamado Tasajo (Opuntia kleinae) cuyas tunas y pencas son algo rojizas, y como están tan aglomeradas entre sí, domina a toda la vegetación de matorral circunvecina, y se ve un campo rojizo. 

Las pencas son largas y angostas; la tunita es muy acida y huesosa, ácido cuya naturaleza no conocemos y del que se podría obtener grandes cantidades si llegare a demostrarse que era útil para algo. Lo mismo se puede decir del ácido del fruto del Cardon (Opuntia rosca). Ambos merecen ser analizados. 

Fernando Altamirano Carbajal: Memoria acerca de una Excursión Botánica al Estado de Querétaro. Anales del Instituto Médico Nacional. 1905.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario